miércoles, 30 de diciembre de 2009

De regalos





Me pone cada día más nerviosa las compras exageradas. Debe ser que nunca las he experimentado de esa manera, bien al contrario, siempre he rehuido pisar los grandes centros comerciales en busca y captura de un regalo.
Es tiempo de compras, es tiempo de regalar y es tiempo también de gastar de una manera compulsiva y desorbitada pensando, tal vez, que uno es más feliz en la ejecución de este acto.
Cuando uno obsequia algo, uno lo hace porque al dar está recibiendo también. O dicho de otra manera; uno recibe, si se quiere, una cierta compensación de “toma y daca”. Y no creo que a esto se le pueda llamar interés, porque en realidad uno no lo hace por ni para pensar exclusivamente en sí mismo. Uno se siente apreciado al ofrecer un regalo y por ello este acto es mutuo. Uno ofrece y el otro recibe. Y consecuentemente uno vuelve a recibir. Es un acto en común unión con el otro en el que cualquier objeto se da de una manera dadivosa. Es un ofrecimiento, además del regalo en si mismo, de afecto y aprecio. Y podría ser, en algunos casos, una expresión de reconocimiento o de valía, también de agradecimiento hacia la persona a la que se regala. Bien pensado, uno regala porque piensa en la otra persona y, poniéndose en su lugar, hasta piensa en lo que le podría gustar, lo que le podría quedar bien o lo que le podría hacer ilusión …etc. Incluso uno piensa en hacerle sacar una sonrisa de los labios al afortunado o afortunada que ha recibido su regalo.
Cuando uno regala, el corazón le salta de alegría y el acto de tomar la decisión de regalar lleva implícito un estado de satisfacción y afabilidad por el mero hecho de pensar en quién va a recibir el regalo. Cierto es que, a veces, uno no atina con el regalo exacto y que lo que aparece en quien lo recibe es un cierto desencanto. Aunque ciertas reglas sociales hacen que uno no exprese esa desilusión ante un regalo que no gustó, que tenía repetido o que le parece poco interesante. Porque en realidad podría aparentar que rechazando ese presente, está despreciando a quien lo está ofreciendo. Pensamos más bien, en este caso, que nos hemos equivocado en la elección.
En el acto de regalar hay una especie de ceremonia, tanto para el que da como para el que recibe; pues desde que lo toma en sus manos, mira el envoltorio, lo abre, lo desenvuelve y lo percibe por sus sentidos, pasan esos segundos de inquietud gustosa que forman parte de ese ritual. Y el que lo da, espera con un ligero cosquilleo de emoción palpable en su interior…
Así un regalo llena notablemente el corazón de la persona que lo ha recibido, a la vez que despierta un sin número de sensaciones visuales, táctiles, auditivas, olfativas y gustativas nada desdeñables. Amén de todo tipo de conexiones neuronales ante tan grata experiencia de generosidad. Y nos lleva a una vivencia lúdica y satisfactoria, si se quiere, y que entra a formar parte de un engranaje de felicidad para el alma.
Sin embargo hay regalos que no los podremos adquirir o comprar con dinero. Tal vez esos regalos valen mucho más de lo que vale cualquiera de los que se adquieren en los centros comerciales o tiendas. Yo diría como ejemplo; regalar una buena charla a un amigo compartiendo un buen café, regalar un poco de compañía para estar más tiempo con la otra persona. Esos momentos pueden llegar a ser inmortales, dando vida y esplendor a nuestro ser así como al otro. Son todos esos regalos de amor, comprensión y atención a los demás y que por supuesto nadie puede comprar…
Parece ser que el regalo es sólo el que se da a los demás. Y sin embargo uno también puede y debe regalarse a sí mismo.
Por eso hoy rompo una lanza por el regalo que hoy me hice, que hoy me regalé y que hoy estrené.
Hoy llegué a casa con más frío del que esperaba. Y hoy decidí estrenar el pijama de franela a rayas azules y verdes que había adquirido el día anterior.
Me enfundé en él, despacito, dejando que su mota suave rozara mi piel. Al ponerme los calzones tuve que estrecharlos y ajustarlos a mi cintura mediante una cinta de color azul celeste, al tiempo que apreciaba cuánto me favorecía. Cuando me coloqué la camisa, me calentó al momento, entibió mi alma y me apretujé a ella no queriendo desprenderme de las miles de sensaciones que me estaba produciendo mi regalo.
Apenas lo tuve puesto y en contacto directo entre su piel afelpada y mi piel sensible y delicada, me llegó la evocación de aquel cálido y largo abrazo que como regalo me fue ofrecido un tiempo atrás y que, probablemente, trasladé a mi pijama. Para este pijama de franela a rayas azules y verdes; atrapar, revivir y guardar  un cariñoso y confortable abrazo es un bello recuerdo. Un excelente y grato regalo no esperado y, sin embargo atesorado. Un regalo de los que salen del corazón y para el que no hizo falta ningún gasto pecuniario; pero no por ello deja de ser uno de los mejores regalos que ha podido recibir últimamente.

Mi pijama se encargará de no dejarlo escapar, ni borrarlo de su memoria por el resto de sus días. Sabe que está impregnado de su afectividad y de su aterciopelada y confortable ternura. Mi pijama sabe que fue el regalo apropiado de sorpresa inesperada,  lleno de sentimiento y emoción.






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6 comentarios:

alicia barajas dijo...

Bonito post sobre el dar y recibir. Nos agrada regalar, aunque a veces nos cuesta sentirnos merecedores a la hora de recibir. El verdadero regalo es el que va destinado desinteresadamente al otro, el que comporta la búsqueda de aquello que al otro pueda agradar y que nosotros, aún en contra de nuestro particular gusto, adquirimos gustosos de agradar. Ese trabajo de búsqueda hace que el regalo sea único, independientemente del valor material del mismo... es como si un objeto por pequeño que fuera encontrase a su dueño. Ese pijama de franela esperaba doblado en la tienda a que aparecieras tú y te lo regalaras, llenando un deseo que traías contigo... los recuerdos que despierta son parte de esa historia que tanto el pijama como tú estaban destinados a compartir. Te mando un besote y un abrazo de franela

tanci dijo...

Querida Alicia:
Tus palabras llenan más mis post. Lo completa y le da el estupendo sentido del encuentro de lo hallado. Es así como lo dices;
existe un hallazgo único entre el regalo apropiado para la persona elegida y el encuentro "casual" de ese regalo. Y es cierto la historia se va recomponiendo a base de estos encuentros que, cada día pienso más que no son casuales.
El beso de franela me encantó y como tal no lo dejo escapar. Formará parte de esos regalos que atesoro.
Te mando un abrazo apretado.

Mariela Parma dijo...

Te invito a visitar y seguir mi blog http://marielapreescolar.blogspot.com/
Feliz año!!!

tanci dijo...

Gracias Mariela por tu invitación y por pasar por aquí. te haré una visita. No lo dudes.Un saludo

mónica dijo...

Querida Tanci, ¡cada vez me gustan más tus posts, qué bonito! Y tenéis toda la razón: el simple hecho de que alguien que te quiere se acuerde de tí y dedique un tiempo a buscar la manera de sorprenderte, ilusionarte y, en definititiva, mostrarte su cariño (que es de lo que en realidad se trata) es en sí un verdadero regalo. Y me pasa igual que a tí: me agobian un poco las compras compulsivas de estas fechas, no entiendo las caras de estrés y mal humor que ves en muchas de las personas que corren esos días por los centros comerciales, cargados con bolsas con regalos... ¡Cómo lo complicamos todo muchas veces! ¡Con lo fácil que debería ser mostrar nuestro cariño a los que queremos! Me da pena por ejemplo cuando llega el día de reyes y ves chiquillos que reciben tal avalancha de juguetes que no saben cuál coger primero, niños que, durante todo el año, jamás han compartido con su padres un ratito de juego, porque éstos últimos andan demasiado acupados... y, ¿qué mejor regalo se puede ofrecer que la propia compañía?
Bueno, no me enrollo más... Un abrazo muy muy fuerte y hasta muy pronto!

tanci dijo...

Mónica, es cierto. Es muy fácil demostrar el cariño a los seres que nos rodean... pero no creas, a veces, demostrando ese cariño hasta puedes no ser entendida. La verdad es que cada persona es un mundo. Tal vez lo que yo considero como halago o cariño, otros podrían considerarlo pesadez o majadería. O bien ¿hasta qué punto expresamos nuestros sentimientos o afectos sin propasarnos a los ojos de la otra persona?. Para mi no hay nada mejor que la sorpreaa y la complicidad en un regalo (también los guiños y el lenguaje semioculto pueden ser espléndidos regalos a moso de juego). Todavía no he perdido la capacidad de la ilusión y del juego. ¿ Y qué es un regalo sino una especie de juego amistoso en el expresamos nuestros afectos y, a veces, nuestras complicidades?.
Con respecto a la excesiva ofrenda que hacen los padres en los regalos a sus hijos, te diría que daría para hablar no en un comentario, ni tan siquiera en un post. Es que un buen tratado o estudio psicológico y sociológico no sería bastante para estudiar este "mal entendido" deseo de regalar desorbitadamente. A lo mejor me hago un estudio en profundidad sobre esto y algunas cosillas más y lo publico y todo ;-) JE,JE
Me alegra mucho tu opinión, no sólo coincidimos en muchos puntos, sino que además me das pie siempre para pensar y reflexionar. Costumbre que, por otro lado,me gusta tanto practicar.Gracias por tu visita. te mando un guiño convertido en regalo que vuela hasta ti.