viernes, 25 de marzo de 2022

Orejas de burro

 




Sigue el recuerdo

de flores y más flores

en tu  jarrón.

martes, 22 de marzo de 2022

La marcha

 

                                                                     Foto Tanci



Éramos gente hechas al don de mansedumbre

y a la vaga memoria de un camino a algún sitio.

Y nadie dio la orden. -Quién sabría su instante.-

Pero todos, a un tiempo y en silencio, dejamos

el cobijo usual, el encendido fuego que al fin se extinguiría,

las herramientas dóciles al uso por las manos,

el cereal crecido, las palabras a medio, el agua derramándose.

No hubo señal alguna. Nos pusimos en pie.

No volvimos el rostro. Emprendimos la marcha.

       

                               ( María Victoria Atencia)

jueves, 17 de marzo de 2022

Y en prueba de aceptación, ponte el anillo elegido

 





"Y EN PRUEBA DE ACEPTACIÓN, PONTE EL ANILLO ELEGIDO"


Él había regresado hacía poco de Cuba. No corrían buenos tiempos allá, y había ahorrado centenes suficientes para acrecentar la hacienda familiar. Hombre trabajador, tranquilo y sosegado, se dedicó a cultivar los terrenos y a labrar las tierras balutas y los eriales ganados al monte. Edad para estar casado tenia, casi en la cuarentena, pero aún no había encontrado con quién "echar un puño a la baifa". 

 La casa familiar lindaba con el camino de cumbre que subía por El Tributo, cerca del Camino Atravesado. Al lado de la casa, el camino hacía un recodo y, en una pared de la huerta colindante, sobre unas piedras aparentes, las muchachas descansaban los haces de pinocho y solían entrar a la casa familiar para refrescarse tomando agua de la talla o alguna fruta. 

Cuando Vicente vio entrar a la casa a la hija más chica de Juan, más conocido por "el Barranquillo" o "el Fraile", porque su casa estaba a la vera del Barranquillo del mismo nombre, se quedó prendado. Ella era de buena estatura, proporcionada, con los ojos del color del cielo claro y el pelo tan rubio que parecía blanco. Tan rubio era el pelo y los ojos tan azules que la llamaban la inglesita.

Estuvo muchos días dándole vueltas a la cabeza y urdió su plan. Tenía que buscar la manera de llegar a ella venciendo su timidez y sin pasar por la vergüenza de un rechazo de la jovencita, veinte años más joven que él. Recordó una forma de cortejo que vio en Cuba, en la que el mozo ponía bajo la almohada de una joven una declaración de amor con un anillo, y si la moza se lo ponía, significaba el sí. Buscó un anillo y a alguien que le escribiera una carta: él no sabía leer ni escribir, pero ella sí.

 Envolvió el anillo en la carta y esperó a verla bajar por el camino del Lomo Blanco. Disimuladamente, dejó el envoltorio bajo la piedra en la que ella solía descansar su carga de pinocho, y entró en la casa a esperar. La carta era una décima popular que aprendió en Cuba que decía:


"Triste está mi corazón 

porque el tuyo no me ama,

triste como la retama

 cuando se le cae la flor. 

Triste muero por tu amor, 

hermosa prenda querida. 

Si no estás comprometida 

quiero ser correspondido

Y en prueba de aceptación

Ponte el anillo elegido"


Mi abuela se puso el anillo y entró a la casa de mi abuelo a pedirle agua. Poco tiempo después se casaron.  Hace 94 años del episodio. 

Mi madre nació un año después.

 Por eso lo puedo contar hoy.

Honor y gloria a quienes se amaron y respetaron siempre.


(Texto: Fidela Velázquez Manuel)


miércoles, 16 de marzo de 2022

Luz

 


                                                                                                                       Foto Tanci 

    


Entre las puertas

está el viejo farol.

¡Qué nos alumbre!

martes, 8 de marzo de 2022

Incongruencias




                          A propósito del 8 de marzo

Recién había cumplido veintiún años y debía renovar mi documento nacional de identidad ya que estaba próximo a caducar. Bajé hasta el centro de la ciudad en una de las guaguas azules llamadas “perreras”,  de asientos de madera, con una gran caja de cambios al lado del conductor y sobre la que estaba insertada una palanca de hierro larga y terminada con una bola blanca. Nunca soporté bien el olor a combustible. Pero a medida que me hice mayor, cada vez me provocaba menos mareos o vómitos el olor del gasoil que penetraba dentro del vehículo antiguo, por alguna de las ventanas abiertas, cada vez que el conductor cambiaba de marcha.

Tenía que realizar ese trámite de obligado cumplimiento.

Lo llevaba todo. Las fotos de carnet que habían salido, según mi percepción, horrorosas. También llevaba la hojilla de renovación debidamente cumplimentada y el antiguo carnet de identidad.

A la entrada del edificio oficial, y flanqueándolo a los dos lados de las gruesas puertas, estaban dos policías armados de tal manera que antes de acceder por las escalinatas hacia el interior, te interrogaban sobre qué ibas a hacer allí.

-Voy a renovar mi carnet de identidad- le dije,  mostrándole mi hojilla con los datos escritos en una muy legible letra mayúscula. El policía no satisfecho con mi contestación me cogió el papel de las manos y leyó en profundidad cada uno de los datos allí escritos.

-¡Falta algo!- Me dijo en tono autoritario y alzando la voz.

 Arrugué el entrecejo sin saber a lo que se refería, diciéndole que estaba firmado, pensando con mi buena voluntad, en que no había visto mi firma…

-¡Falta la firma del cabeza de familia!- me contestó en   tono airado.

-¿O es que usted no tiene cabeza de familia y se maneja sola?-

Abrí los ojos y me quedé un rato pensando. Nada dije y me devolvió la hojilla colocándola bruscamente en mis manos de nuevo.

 No alcanzaba a entender como siendo obligatoria la renovación de ese documento  por la administración del Estado y habiendo dado los pasos con los requisitos que se pedían, tenía que darme autorización un  “cabeza de familia”.

-Yo no estoy casada-  acerté a responder, pensando en que el policía daba por supuesto que estaba casada…


-  ¿Pero vivirá con su padre y su madre…no?-

A lo que yo contesté que sí, que vivía todavía con ellos en la misma casa.

-¡Pues su padre, que es el cabeza de familia, es el que tiene que firmar dándole la autorización!-

No salía de mi asombro. Volví  a mi casa con la sensación de haber desperdiciado absolutamente el tiempo y el viaje. Subí  en la guagua de regreso sin dejar de pensar  por qué el “cabeza de familia” era el padre y no la madre ya que ambos trabajaban esforzadamente.

Nunca entendí cómo con 21 años  era mayor de edad, autónoma e independiente para ejercer mi profesión, pero no para ejercer el derecho a la renovación del DNI sin la firma y la autorización del “cabeza de familia” que tenía los derechos para decidir sobre cualquier mujer. Incongruencias de la propia vida y de una transición que costaba aceptar y asimilar.