martes, 8 de septiembre de 2009

¿Cómo está el patio?

No es lo mismo decir ¿Cómo está el patio?, que decir ¡Cómo está el patio!
Si bien en ambas expresiones y en lo único que se diferencian es en los signos de puntuación. Podríamos decir que, con la frase en interrogación, lo que tratamos es de sacar una conclusión o bien un cierto tipo de información. Mientras que, con la de los signos de admiración lo que pretendemos es, casi llevarnos las manos a la cabeza tras percatarnos que una situación se ha mezclado con otra y no tenemos forma de aclararla. Vamos, que hay algo confuso entre manos y una especie de mezcolanza es el denominador común a cada una de las situaciones que no hay forma de esclarecer o llegar a poner en orden.
Pero yo quiero hablar de otros patios.
Ya en las civilizaciones antiguas, los patios en las viviendas constituían un elemento importante en su arquitectura. Tenemos ejemplos como, Egipto, China, India, América Precolombina… etc., siendo, además, los patios característicos de toda la arquitectura mediterránea. También los musulmanes, en La Edad Media, se afanaron ampliando sus patios y dándoles gran importancia a los jardines, fuentes y aljibes. Algunos de esos patios estaban empedrados con cantos rodados, algún tipo de baldosa, pizarra u otro material capaz de allanar la superficie.



Hoy quiero extenderme con la claridad y la diafanidad que mi patio me otorga. Quiero hacer de mi patio una oda o un memorando a sabiendas de que, los patios son portadores de una amplitud anexa de territorio en las viviendas, cumpliendo una misión loable y grata, bella y equilibrada, diáfana y respirable, serena y penetrable…
Mi patio está en el interior de mi vivienda y al que dan las ventanas y alguna puerta de las habitaciones interiores. A pesar de que es un espacio cerrado y con paredes, y que tiene una forma rectangular; es un espacio libre, claro, por el que le entra la luz a borbotones y ejerce de espacio lleno de comunicación y unión con mi interior, mi privacidad y mi introversión. Mi patio es una prolongación de mis pulmones. Es como si mis pulmones se extendieran y traspasaran esa fina línea llenándome de oxígeno y expansión. Estos son aspectos psicológicos que no han de ir separados de los aspectos físicos y arquitectónicos o de decoración que ejerce mi patio en sí mismo.

Siendo que el patio de mi casa es particular, que en cuanto llueve se moja como los demás… se lo agradezco pura y llanamente, porque en este caso mi patio cumple una doble función en cuanto a variables climatológicas. Por un lado, tiene dos partes separadas y bien definidas con techumbre de madera y rematada por teja del tipo árabe en la parte superior, esmeradamente colocada y fijamente soportadas por pilares también de madera aguantados sobre sólidas bases de piedra molinera. Lo que me hace sentir abrigada, protegida y resguardada en tiempo invernal. Y por el otro, tiene una parte intermedia al descubierto, en dónde, en noches de luna clara se puede mirar hacia las alturas de una forma cuasi permanente y sin temor, para apreciar a mi luna lunera; majestuosa, soberana y compañera, observando, casi analizando diría yo, mis movimientos.


Por este espacio libre de techumbres y de “tapumes”, se cuela el sol desde el amanecer hasta el atardecer en que decide dar el salto por el poniente y entonces se cambia a otra alcoba de la casa dándome el toque matutino y amistoso.
Cuando el sol decide penetrar hasta mi patio no lo hace sigilosamente, más al contrario; da de lleno, tocando frontalmente y no de soslayo, en los tejados, paredes, ventanas, cristales y plantas que hay en mi patio.
He de reconocer que es un privilegio poder contar con él. Es una prolongación de la libertad, de la alegría algo retenida, tal vez, en cualquier momento, y de una exaltación a la felicidad perdurable. Me aventuraría a decir que una buena sesión de patio bien aderezada se podría equiparar, acertadamente, a una sesión de psicoterapia; con la diferencia que en la sesión de patio intervienen plantas, macetas, agua, regaderas y una manguera al uso, amén de un banco de madera de pino antiguo, tallado artesanalmente. Me ofrece un lugar de esparcimiento, dándome seguridad y además conserva mi intimidad. Todo esto, aliñado con unas buenas cholas con las que chancletear, es lo que hace que mi patio adquiera la mayoría de las veces, la altura de magnánimo llegando a querer alcanzar el cielo. Y ese trozo de cielo es tan particular, personal y franco como mi patio.
Ahora que lo pienso siempre ha estado a mi lado, nunca me ha defraudado, ha sido el escenario permanente de dichas y encuentros, de pensamientos y reflexiones. Ha estado perenne esperándome hasta altas horas de la noche en las que debo cargar mi destiladera con agua para hacerse efectiva en la talla o bernegal que la ha de recoger, filtrada, pura, clara y fresca.
Cuando decido tomar el café en mi patio sólo tengo que cruzar apenas un par de losetas y traspasar una fina línea que separa mi cocina de mi patio y...! ya estoy en sus manos y caigo rendida a sus brazos!
Mi patio no tiene un limonero como el recuerdo que tenía D. Antonio Machado de su patio. Pero tiene dos canarios emperifollados, un mimo acariciado, tiene una helecha de a metro que está empezando a desplegar sus ramas, un rosal casi recién regalado, una planta de la cera que ha despertado, un helechón a ras de suelo que me ha beneficiado, un espárrago colgado y culantrillo, tomillo y romero … plantas aromáticas y de ornamento que cuido con apego y esmero.
Mi patio no se me va de mi lado. Es fiel y es auténtico. Yo diría casi pulcro y esmerado; generoso y amante de lo vivo y lo eterno.
A mi patio le gusta recibirme cuando, en un gesto simple de manguera en mano, aprecia y sabe que lo voy a regar con un chorro de agua benefactora, transparente y cristalina que sale a modo de borboteo.
¡Me gusta regar el patio!
Me gusta descalzarme en mi patio como si de un ritual se tratara traspasando mil sensaciones a través de las plantas, ésta vez las plantas de mis pies.
A cambio, él me regala su diafanidad, su complicidad, su autenticidad y su serenidad.

…y ahora me voy a regar el patio…








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4 comentarios:

alicia barajas dijo...

Querida Tanci, ¡qué bonito se ve el patio en las fotos!... los patios nos dan la oportunidad de respirar a nosotros y a nuestras habitaciones, que de otra manera tendrían el aire enrarecido y serían espacios de perpetua oscuridad... ese patio tan íntimo,personal y lleno de vida, como es el tuyo, te permite volar sin tener que correr los riesgos de sentirte a la interperie y bajo los focos de la atención de los curiosos. Sigue disfutándolo!! Un beso

tanci dijo...

Mi querida Alicia:
Gracias por acercarte hasta mi morada y de paso atrapar una bocanada de oxígeno de mi patio. Aunque es particular sabes que tienes las puertas abiertas a él. Para el invierno tal vez le compre un chubasquero... ya lo verás.
Un abrazo con aire de patio y oxígeno de idem.

mónica dijo...

Querida Tanci, ¡verdaderamente ese patio se merecía un bonito post! ¡Disfrúatlo mucho y espero que muy pronto estar otra vez allí charlando contigo! Un beso.

tanci dijo...

Así lo espero Mónica. Un buen té, un café, una cerveza... bueno lo que haga falta para una buena charla. Tal y como tu presencia en mi patio se merece. Pero no lo dejemos para muy tarde... el invierno ya está retozando sobre los tejados y hace por entrar...
Un beso