lunes, 3 de noviembre de 2008

El pan por Dios






No sé de dónde provenía mi costumbre ni tampoco acierto a clarificar quien pudo haberla implantado, pero desde que era una chica menuda me gustó.
Mi habilidad con las manos se remonta desde que tengo uso de razón, pero fue como a los siete u ocho años, cuando recuerdo que para ese entonces, ya manejaba perfectamente un cuchillo para hacer pequeñas manualidades sacadas de cortezas de los árboles, cañas de los cañaverales o bien cualquier otro elemento que la naturaleza me podía dispensar.
El caso es que tal día como el de hoy (primero de noviembre), yo me las arreglaba para pedirle a mi abuela una de las calabazas que ella guardaba para otros menesteres bastante más distintos a los lúdicos. Dígase para la elaboración de los potajes, algún guiso o bien un simple caldo de gallina.
Tampoco sé que demonio me metió a mi en la cabeza que con una calabaza ahuecada por dentro y habiéndole diseñado ojos, nariz, boca y dientes; yo habría de ser la niña más feliz de ese momento, imaginando las terribles espantadas de que hubieran sido objeto vecinos y caminantes. Sólo a la vista de mi calabaza.
Pongámosle mucha imaginación, porque en realidad ni la sociedad de consumo había arribado aún a estas Islas como para haber tenido un modelo, ni el lugar en dónde acaecieron estos hechos era sitio dónde recalaban los últimos acontecimientos de la época.
El asunto es que de tanto pedir y pedir la calabaza entre mi hermano y yo, y de tanto que le rogué a mi abuela, ella accedió a dármela; ofreciendo a sus nietos un capricho que, tal vez para la época, ni era nada corriente, ni se estaba permitido. Esto es; inutilizar una calabaza para juegos infantiles, máxime cuando de comida se trataba…
Pertrechada con un pequeño cuchillo de cocina, ésta que suscribe vació la tal calabaza y consiguió una terrorífica imagen jamás imaginada por las mentes infantiles; amén de la autenticidad terrorífica que emanaba de la misma, una vez que se prendía la vela que debía depositarse en su interior. Todo pasaba por la fantasía, susto, tenebrosidad, miedo, temor y ese conglomerado de ilusiones que a los niños más que a nadie les gusta experimentar. Hablamos de una cierta atracción y veneración hacia el miedo provocado, pero en la certeza de que por arriba de todo se está protegido, porque siempre hay alguien al lado que nos ampara y nos da protección.
Así participábamos mis hermanos y yo de algo que no sé quién lo implantó en aquel entonces, pero que de alguna manera hoy “es santo de la devoción de una gran mayoría de gente en nuestras islas”.
No queriendo destruir sueños infantiles, creatividades surgidas alrededor de una simple calabaza, e imaginaciones necesarias de juegos de la infancia, lo que deseo resaltar aquí más que nada es la costumbre que por este día se da en algunas partes de la zona norte de la isla de Tenerife.
Esta sana costumbre ha quedado para el recuerdo y para el bien y la brillantez de nuestro acervo cultural. Y es la llamada fiesta de los “Santitos”, en la que los niños salen a la calle a pedir “El pan por Dios”. Cada niño es portador de un pequeño cesto o cesta engalanado por un pequeño paño calado o bordado y en dónde se depositarán los regalos que cada vecino pueda ofrecer a la llamada a sus puertas. Así los niños recibirán chucherías como caramelos, pastillas, dulces o algún que otro bombón o chocolatina…
Indagando en personas que me superan en mucha edad, parece que la costumbre de pedir por las casas se remonta años atrás, cuando la economía de las islas no era tan espléndida como ahora, aún a pesar de nuestra crisis actual. Así creo que en tiempos remotos las ofrendas serían adecuadas a lo que había en cada casa u hogar: alguna manzana, almendras, castañas, higos pasados etc. Al final de la jornada el niño volvía a su casa y lo repartía con su familia.
Ahora los niños se reúnen entre ellos y también lo reparten formando una pequeña fiesta en la que no faltan los refrescos y la alegría sana y bullanguera de la infancia.
Me gustaría algún día adentrarme en profundidad para saber de dónde me venía la costumbre similar, en apariencia, a la del actual Halloween anglosajón. Y no era otra que la de intentar asustar a las personas que pasaran por debajo de mi calabaza recién vaciada, y colocada sobre los gruesos muros de piedra y barro de la azotea de la casa de mi abuela. Algún día lo descubriré ya que de ánimas se hablaba. Mientras tanto, que la calabaza siga espantando a los que se acercan con malas mañas a mi alrededor y proteja a los que conmigo están.














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12 comentarios:

alicia barajas dijo...

Querida Tanci, si nos empezamos a remontar en las tradiciones seguramente nos toparemos al final con un mismo pueblo y unas mismas costumbres que se fueron extendiendo por todo el mundo... y donde las calabazas en forma de mostruos espantaban a todos aquellos animales que venían a perturbar la paz. Alza tu calabaza, para que los malintencionados se alejen de tí para siempre! Un beso

tanci dijo...

Alicia, tienes toda la razón las costumbres se van extendiendo a través de los sitios y de los años.Je,je... mira que asusta una calabaza encendida en la noche. A eso jugábamos, a asustar creyendo,ingénuos de nosotros. que hasta lo conseguíamos. Un beso a mi mentora. Tanci

Anónimo dijo...

HOLA TANCI!! este relato también me ha gustado mucho. Me ha hecho recordar algunos "antojos" de mi infancia que conseguía a través de mi otro abuelo (uno que yo adopté porque los míos estaban muy lejos..)y que solía hacerme el gusto en todo. Esas pequeñas cosas luego permanecen en la memoria toda la vida...bonito, muy bonito.Espero que sigas regalándonos tu poesía y tus relatos que están tan llenos de ternura y que reflejan las pequeñas-grandes cosas de la vida. Recibe un fuerte abrazo.

tanci dijo...

¡Ay Mary!Cuánta razón no tienes con respecto a las pequeñas-grandes cosas de la vida. Y en eso parece que estamos. Me encantó esa bonita palabra de "antojos". Gracias por recordármela. También fue la nuestra época de unos ciertos antojos, pero poquitos dada la escasez... Me gusta siempre verte apararecer por esta casa de" viejos muros". Sé todo el trabajo que tienes y por eso lo valoro más todavía. Recibe de mi parte ese abrazo caluroso del que soy portadora.

Mary dijo...

Me encanta este diálogo que se establece cada vez que hacemos un comentario en tu blog. Es genial sentirse "atendido" en estos días en que cada uno parece no tener tiempo para el otro. Es cierto las pequeñas-grandes cosas de la vida son las que le dan sentido y las que nos hacen reflexionar a menudo.Gracias de nuevo. Un beso

tanci dijo...

Mi querida Mary, son los "incondicionales" lectores participativos, como tú por ejemplo, los que de alguna manera van añadiéndole más emociones y sentimientos a lo que escribimos en una libreta como ésta.Debo de reconocer que hay quienes ponen toda su alma en lo que escriben, por eso son tan auténticos... y eso Mary también se "olfatea". Es cuestión de un fino instinto.Adelante con nuestras pequeñas-grandes cosas; están puestas ahí para ser valoradas y no ser desdeñadas.Que no nos quede la "magua". De nuevo las gracias.

FLACA dijo...

Sos una precursora de Halloween,mi querida amiga.¡Qué lindos esos recuerdos de la infancia, cuando uno salía con sus amigos a divertirse por el barrio y se conformaba y era feliz con tan poca cosa como un dulce o una fruta!Y qué bueno poder entretenerse y jugar con algo tan simple como un zapallo, aunque a tu abuela después le faltara para el puchero.

Un abrazo.

tanci dijo...

Mi querida Flaca, en mi interior siempre lo había pensado pero nunca lo había mentado. Así que ya que lo dices pues te doy la razón.Algo de precursora hay... je,je. Me encantó la palabra "zapallo" y me gustan los recuerdos sin querer caer en la nostalgia, aunque ambas sabemos que exista.Pero las buenas vivencias son las que, al fin y al cabo van, conformando nuestro espíritu.Las malas las dejaremos para otro momento. Recibe un fuerte abrazo tan grande o más como un zapallo.

FLACA dijo...

Es que aquí á ese que es verde le llamamos así:"zapallo". Y al amarillo "calabaza"; aunque es lícito también llamarle "zapallo".
Y también tenemos la variedad de los "zapallitos", que son como ese verde pero pequeños y tiernos; y ellos se hacen a la milanesa, o rellenos o en tortilla oen torta con masa. Esos son una delicia!...
Un beso.

tanci dijo...

Querida Flaca: me gustó esa aclaración. Aquí tenemos variedades amarillas también, pero son traídas de fuera. Los zapallitos pequeños no los conozco aquí, aunque no te puedo asegurar que no existan por estos lares. De una manero u otra¡ cómo deben estar así en masa o en milanesa tal y como los nombras!. Gracias por esa explicación. Recibe un abrazo.

Adormidera dijo...

Llevo un buen rato leyendo sobre música,lluvia, manos, amor y viendo tus fotos.
No me resulta fácil llegar al fondo de las frases cortas, yo que casi siempre necesito 500 palabras para cualquier idea.
Sin embargo al escuchar esta pieza elegida sé que debe ser aquí y no en otro lugar donde deje mi huella. Nunca jugué con calabazas, salvo con los tallos, hojas y frutos con los que aún sigo jugando, no celebré ni conocía su costumbre de "el pan por Dios" del norte chicharrero, sin embargo es aquí donde decido pararme, donde siento que he de respirar, sentarme y disfrutar.
Pensando en temas coincidentes en el tiempo para tí y para mí, o quizá sólo en el milagro de este encuentro que me hace recordar hoy el "Pie Jesu", y te agradezco, y te sonrío y te abrazo de alguna manera por haber estado cerca y haber sentido, pero sobre todo por haberme permitido sentir a mí.
Como agradezco cada día cualquier pequeño aire que me estremezca y saque a flote, por encima de todo lo demás, la tierna y dulce alegría por vivir.
Un beso enorme, gracias por la música, por ti, por este rato que espero no sea el único.

tanci dijo...

Si existe la ley de la compensación, hoy tú la has hecho realidad. Y creo realemnte que existe. Elegiste bien para pasarte, sentir y respirar. pero pensándolo bien, cualquier rincón que hubieras elegido, Bien hubiera sido. Te recibo con gratitud. Porque el milagro lo has realizado tú al hacerme una visita y que de alguna manera te hayas dejado sentir. Te leo y también vibro, y agradezco ese abrazo que por ser cibernético, no deja de ser calurosa. Me gusta tu disfrute por la vida. Sé que seguiremos visitándonos y encontrándonos.También un fuerte abrazo.