jueves, 3 de julio de 2008

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No fue el Camino Largo, si el de Las Peras
¡Qué lejos queda la escuela!
No hizo falta pensarlo
y lo cogí como atajo.
¡Me gustó aquella vereda!
¡Vaya muchacha locuela!
El pozo, los berros o una palmera...
¡ Y yo quería que lloviera!
¡Qué lejos quedaba la escuela!
Ni una chispa cayó,
el sol se escondió,
el viento sopló,
y alguien pasó por casualidad,
avisando un principio de bonita amistad.



Lagrima - Marly

Lagrima - Yolanda Soares



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13 comentarios:

alicia barajas dijo...

Con aires de fados hemos pasado del humo y el fuego a la lluvia lagunera. Al fondo se escuchan felices los gritos de los niños jugando por la vereda y se ven las locuras de aquella chiquilla desgarbada que miraba la vida con ojos nuevos. Palabras que unen un tiempo con otro, sueños, deseos y la lluvia quedamente cayendo sobre el fondo. Un abrazo mi amiga.

alicia barajas dijo...

Con aires de fados hemos pasado del humo y el fuego a la lluvia lagunera. Al fondo se escuchan felices los gritos de los niños jugando por la vereda y se ven las locuras de aquella chiquilla desgarbada que miraba la vida con ojos nuevos. Palabras que unen un tiempo con otro, sueños, deseos y la lluvia del fado quedamente cayendo sobre el fondo. Un abrazo mi amiga.

tanci dijo...

¡Alicia! ¡Cómo si lo estuvieras viendo! Me asombras... y que lindo lo que escribiste.Realmente era desgarbada. ¿ tienes una bola de cristal en casa? ;-) Me encantan los fados.Esta que he sacado en concreto es mi preferida.Gracias por escribir cosas tan tiernas en mi "sitio".Gracias por tu visita. Gracias por estar ahí.
Recibe un fuerte abrazo

alicia barajas dijo...

te acabo de mandar un mail... para que luego no digas!

tanci dijo...

Gracias.Voy a contestarlo, me encantan.y vas sabiendo cuánto.

mónica dijo...

¡Me ha gustado mucho esa poesía! Es ligera, despreocupada...como la pequeña Tanci correteando risueña por aquella vereda camino del cole...
¿Dónde estaba la escuela a la que ibas de pequeña? ¿Ibas y venías andando por el camino de las peras?
Cuando era pequeña y vivía en Mallorca yo también iba andando a la escuela. Me gustaba aquel paseo diario. A veces me acompañaba mi madre, o la madre de algua compañera de clase. Sin embargo, lo mejor era cuando nuestros padres, tras habernos repetido por enésima vez todas aquellas advertencias que ya nos sabíamos de memoria ("mirad bien antes de cruzar", "no vayáis con nigún desconocido", "id por la calle y no por el camino")..., nos dejaban ir solos. ¡Qué mayores y qué libres nos sentíamos entonces! Mis recuerdos me dicen que el cole no quedaba muy cerca de casa, teníamos que caminar un buen trecho para llegar hasta allí o, al menos, ésa era mi impresión. Pero, como los ojos infantiles todo lo magnifican, también es posible que sólo fuesen dos pasos, no sabría decirte...
Podíamos llegar antes si tomábamos un atajo, aquel camino por el que nuestros padres no querían que fuésemos. El motivo es que era un camino sin asfaltar y lleno de baches por lo que, cada vez que llovía, se convertía en un lodazal resbaladizo y lleno de profundos charcos. ¿Te imaginas? ¡Era genial! Y, por si los charcos no nos bastasen, tenía además ese encanto de lo prohibido... Así que, como te puedes imaginar, siempre que íbamos solos al cole tomábamos el atajo. ¡Y también nos encantaba que lloviera! En Mallorca llovía mucho durante el invierno, días y días seguidos. Desde que comenzaban las lluvias empezábamos a usar las "botas de agua", que solían ser de un color bastante chillón (rosa chicle, naranja...). Recuerdo que mi madre siempre comentaba lo mal que quedaban aquellas botas con la faldita plisada de cuadros del uniforme..."¡Menudo cuadro!", decía siempre. Pero a mí me encantaban las botas de agua ¡Eran sinónimo de diversión! Solíamos jugar a un juego en aquel camino lleno de charcos. Primero elegíamos un buen charco, uno bastante profundo. El juego consistía en ir caminando lentamente hacia el centro del charco, hacia la parte más profunda. El objetivo era hacer que el nivel del agua llegase justo justo hasta el borde superior de las botas ¡pero sin que el agua entrase dentro, claro! Ya te puedes imaginar cómo solía acabar la cosa... Los resbalones en el fango también eran frecuentes. Cuando llegábamos a casa con los pies encharcados y el uniforme lleno de barro no nos quedaba otra que agachar la cabeza ante la mirada acusadora de mamá y admitir que sí, habíamos ido otra vez por el camino de tierra...
Tu post me ha hecho recordar todo aquello. ¡Qué felices éramos entonces, verdad? Todas nuestras preocupaciones acababan con el día... Pero yo quiero ver otra vez a aquella Tanci alegre, a aquella chiquilla locuela que corría despreocupada por la vereda... ¡Un abrazo, amiga, y gracias por tu post! (No publiques todo este rollo en el blog, que me ha quedado muy grande... ¡lo siento! )

tanci dijo...

Mi querida Mónica me da tanta alegría ver que una poesía simple te ha traído tantísimos recuerdos, que me ha maravillado ver cómo fluyeron. Es una delicia leerte.Tienes arte y estilo propio.Y con lo que nos cuentas nos vas añadiendo más materia de aprendizaje y experiencias.No pensé yo que algo tan "simplón" fuera a servir de torrente a tus recuerdos y a tu magnífica expresión.A la escuela iba por un atajo y tanto el camino como el atajo eran trillados por mi de la misma manera.Tal cual tu lo has escrito. Gracias amiga mía por estar por los alrededores.Un beso

alicia barajas dijo...

te he puesto la playa en mi blog... cópiala y pégala en configuración... a ver si nos sale.

alicia barajas dijo...

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alicia barajas dijo...

creo que lo he conseguido... ya me contarás!

mónica dijo...

¿Algo tan simplón? ¡Pero qué dices! Y las cosas más simples suelen ser las más valiosas... ¡Muchos besos!

alicia barajas dijo...

veo que no lo conseguí...debo de haber hecho una tontería... intenté ponerte la playa en el comentario pero no lo conseguí... ahora mismo te la pongo en mi blog.

tanci dijo...

No te preocupes. Es tarde. Ya lo intentarás en otra ocasión.Aunque espero que la ola refresque mi alma y mi corazón se llene de mar.