jueves, 17 de marzo de 2022

Y en prueba de aceptación, ponte el anillo elegido

 





"Y EN PRUEBA DE ACEPTACIÓN, PONTE EL ANILLO ELEGIDO"


Él había regresado hacía poco de Cuba. No corrían buenos tiempos allá, y había ahorrado centenes suficientes para acrecentar la hacienda familiar. Hombre trabajador, tranquilo y sosegado, se dedicó a cultivar los terrenos y a labrar las tierras balutas y los eriales ganados al monte. Edad para estar casado tenia, casi en la cuarentena, pero aún no había encontrado con quién "echar un puño a la baifa". 

 La casa familiar lindaba con el camino de cumbre que subía por El Tributo, cerca del Camino Atravesado. Al lado de la casa, el camino hacía un recodo y, en una pared de la huerta colindante, sobre unas piedras aparentes, las muchachas descansaban los haces de pinocho y solían entrar a la casa familiar para refrescarse tomando agua de la talla o alguna fruta. 

Cuando Vicente vio entrar a la casa a la hija más chica de Juan, más conocido por "el Barranquillo" o "el Fraile", porque su casa estaba a la vera del Barranquillo del mismo nombre, se quedó prendado. Ella era de buena estatura, proporcionada, con los ojos del color del cielo claro y el pelo tan rubio que parecía blanco. Tan rubio era el pelo y los ojos tan azules que la llamaban la inglesita.

Estuvo muchos días dándole vueltas a la cabeza y urdió su plan. Tenía que buscar la manera de llegar a ella venciendo su timidez y sin pasar por la vergüenza de un rechazo de la jovencita, veinte años más joven que él. Recordó una forma de cortejo que vio en Cuba, en la que el mozo ponía bajo la almohada de una joven una declaración de amor con un anillo, y si la moza se lo ponía, significaba el sí. Buscó un anillo y a alguien que le escribiera una carta: él no sabía leer ni escribir, pero ella sí.

 Envolvió el anillo en la carta y esperó a verla bajar por el camino del Lomo Blanco. Disimuladamente, dejó el envoltorio bajo la piedra en la que ella solía descansar su carga de pinocho, y entró en la casa a esperar. La carta era una décima popular que aprendió en Cuba que decía:


"Triste está mi corazón 

porque el tuyo no me ama,

triste como la retama

 cuando se le cae la flor. 

Triste muero por tu amor, 

hermosa prenda querida. 

Si no estás comprometida 

quiero ser correspondido

Y en prueba de aceptación

Ponte el anillo elegido"


Mi abuela se puso el anillo y entró a la casa de mi abuelo a pedirle agua. Poco tiempo después se casaron.  Hace 94 años del episodio. 

Mi madre nació un año después.

 Por eso lo puedo contar hoy.

Honor y gloria a quienes se amaron y respetaron siempre.


(Texto: Fidela Velázquez Manuel)


1 comentario:

Teresa dijo...

Muy bonito, me encantó y la fotografía preciosa. Besos.