miércoles, 21 de septiembre de 2011

Alabancioso







Don Virgilio no era mal hombre. Después del arduo trabajo de todos los días, se arreglaba para ir a dar con algunos de sus paisanos a la taberna de Leocadio. Tocado con sombrero de fieltro canelo y acicalado, fumaba, en su cachimba de madera de brezo, la picadura de tabaco que su mujer le compraba en la venta de Leocadia. Allí, reunidos alrededor de la mesa de tea cuadrada y sentados en pequeñas banquetas redondas de tres patas, jugaba Don Virgilio y sus paisanos las partidas de envite, ayudado de las señas que caracterizan a este juego de cartas, así como con el sonoro aviso de ¡envido! para llegar al final de la partida con estilo bullanguero. Las complicidades del juego hacían caldear el ambiente y, a la par, sacaban a colación alguna que otra conversación acerca de las cosechas y los terrenos.

Parecía que todo lo que tenía Don Virgilio era de superior calidad y mayor que sus conciudadanos. Si recogía una cosecha de “bubangos”, los de Don Virgilio eran los mejores y los más “cumplidos”. Si recogía millo de sus maizales, él recogía una  cantidad más vasta en kilos que la de los otros. Si de boniatos  se trataba, los de Don Virgilio eran mejores y mucho más grandes. Y no, no era mal hombre Don Virgilio. En su interior pareciera que lo que tenía era esa condición de arrogancia transportada a las mejores cosechas y las mejores tierras, ni más ni menos. Lo único es que Don Virgilio era un poco engreído, no llegando a caer en la auténtica soberbia.

Hete aquí que a Don Virgilio se le presentó la oportunidad de ampliar el terreno en dónde cultivaba sus productos. Un compadre de su mujer había decidido venderle un trozo de huerto, ya que lindaba con el terreno de Don Virgilio. Y éste no lo dudó y lo compró con unos ahorrillos que tenía hacía algún tiempo. Cuando a la semana siguiente volvió Don Virgilio a la acostumbrada partida de los viernes, sus amigos de mesa le preguntaron por las condiciones y el tamaño del nuevo huerto adquirido. A lo que Don Virgilio contestó que podía sembrar en él varios quintales de papas. Dando a  entender que sacaría también una mayor cosecha que la que hasta el momento había obtenido, dado que el terreno, según su apreciación, se le había duplicado.

Don Cipriano, amigo de Don Virgilio, y que participaba asiduamente de las partidas de envite, pidió a éste que le mostrara el trozo de terreno recién adquirido. Y así quedaron para verlo. Y allí fueron ese fin de semana los dos paisanos para ver el terreno sobre el propio terreno. Cuando llegaron al lugar, Don Cipriano nada dijo a la vista del terreno recién adquirido, pero conociendo cómo conocía a Don Virgilio era de esperar lo que sus ojos vieron.

Llegando Don Cipriano al siguiente viernes a la cantina y estando ausente Don Virgilio por esta vez, sus compañeros de juego le instaron a que diera norte del cacho de terreno que Don Virgilio había adquirido y que,  el día señalado,  había visto con sus propios ojos; así cómo las medidas y las lindes. Don Cipriano no tuvo otra mejor respuesta a sus paisanos que  la de: “Cómo será la laguna que el chancho la cruza al trote”. Pareciera que Don Virgilio tuviera algún que otro delirio de grandeza y que de vez en cuando se enquistaba en su pedantería. Y es lo que frecuentemente  llamamos por aquí como un hombre alabancioso.







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14 comentarios:

Anónimo dijo...

Buen relato, ameno y con chispa. Sí, sí, para qué nos vamos a engañar, don Virgilio era muy alabancioso.
Feliz día.

L. Gispert dijo...

Tiene moraleja tu relato, magníficamente construido y con la simbología del autoelogio.

Un abrazo,

Luis.

mariajesusparadela dijo...

Yo, de alguna manera, también soy alabanciosa: estoy todo el día hablando de las cosas buenas que tengo.
(Las malas, las sufro sola, que no es cuestión de andar entristeciendo al personal)

Rosario Ruiz de Almodóvar Rivera dijo...

Un relato que engancha hasta el final y muy gracioso.
Gracias por tus comentarios en mi blog y un abrazo fuerte amiga, desde mi Librillo.

josef dijo...

Un relato al mejor estilo de los sudamericanos; al menos a eso me recuerda. A ciertos relatos del gran Gabo. Aunque por supuesto con tu estilo.

Besos.

tanci dijo...

Mercedes, yo te agradezco tanto tu opinión que...para qué nos vamos a engañar. Me agradan tus comentarios, suponen para mi un avance. Y me gusta verte pasar por aquí. para qué nos vamos a engañar. Un fuerte abrazo.Y felid día par ti también aunque será para los siguientes.

tanci dijo...

Luis, muchísimas gracias por tu comentario: Es que me encanta que te haya gustado incluso con su simbología y su moraleja. ¿Sabes? sigo yendo a pasear por tus senderos de ensueño. Un abrazo.

tanci dijo...

Mi querida María Jesús, tú lo que haces es amenizarnos y endulzarnos nuestros sentidos con lo que te rodea. Afortunados los que podemos nutrirnos de tus enseñanzas y de tu medio ambiente.Y es maravilloso tal y cómo lo expones. Tu autenticidad te delata. Nada que comparar. Don Virgilio era de otra época... No de dejes de seguir compartiendo todo lo positivo que tienes. Y si alguna vez hay algo fuera de eso, pues también. Sabemos que forman parte de un mismo engranaje. Te repito, gracias por tus enseñanzas.Un fuerte abrazo.

tanci dijo...

Rosario, gracias a ti también por acordarte en venir. Hacía tiempo que no te veía. Me alegra, además, que te haya gustado el relato.Pasaré por tu casa. Saludos.

tanci dijo...

Josef, ¡qué alegría volver a verte !. Honor que me haces con tus palabras, pero ya me gustaría a mi haber recogido algo de el gran Gabo.Todo lo más nuestra cercanía a la otra orilla del Atlántico, o bien la entonación nuestra que es muy similar. Uf, de veras Josef.Me has dejado un poco tambaleada. Gracias por acercarte y por tus palabras.Besos muchos también para ti.

Conchi dijo...

Tanci, me ha gustado mucho leer tu relato. Me parece muy bien escrito, muy ameno y con sentido del humor y de "crítica". Siempre hubo y habrá personas alabanciosas, o presumidas, que van arrollando a quien se encuentra porque ellas se creen las amas del mundo. Más humildad se necesita, menos presunción.
Te repito que me ha gustado, y también tu dibujo del cerdo!!!

Un abrazo y feliz semana.
Conchi

rosa mis vivencias dijo...

Desgraciadamente existe mucha gente como Don Virgilio, el poder de grandeza nos puede muchas veces.
Tanci , me encanta con la sencillez y la claridad que has escrito este relato.
Un abrazo.
Rosa.

tanci dijo...

Mi querida Conchi, la verdad es que lo hice en plan jocoso.Y más que nada después de oir este refrán que viene del otro lado del Atlántico. No lo conocía y me salió esta historia que es muy común hoy en día. Falta humildad. Y no sé si hay razón en aquello de :"El mundo pertenece a los osados".No sé, no sé... Si te gustó mi historia, me dejas también con buen sabor de boca, con el mismo que me llenó al verte con tu comentario bajo el brazo.Me llenó ese cerdo ( no por la comida ;-), sino porque disfruté mucho pintando.Muchas gracias por tus palabras Te mando un estupendo abrazo amiga.

tanci dijo...

Mi querida Rosa, te agradezco, como siempre, tu acercamiento hasta mi morada. Si, muchas personas como Don Virgilio abundan por doquier. Y a veces, no permiten que otras personas ocupen un lugar en este mundo. Es más, son ignoradas por no decir ninguneadas. Así es. Hemos de aprender a valorar un poco más los encantos y virtudes de los demás. Por nimios que nos parezcan. Un fuerte abrazo para ti.