lunes, 25 de enero de 2010

De oquedades infantiles


                                                                             Foto Tanci


Allí, pegada en una esquina y recostada de cuclillas contra una de las piedras salientes del estrecho habitáculo, se estrechó acurrucada lo más que pudo, sin querer mirar a ningún lado. Al tiempo, su respiración tibia salía entrecortada a través de su pequeña nariz. Los dientes, apretados unos contra otros, hacían que no hubiera movimiento alguno de su cabeza. Sólo los pómulos iniciaban un vaivén de entra y sale como prueba de su extremado nerviosismo y de su temor manifiesto. Sus manos protegían su cara de no sabía qué miedos que pululaban por su alrededor. Sintió como algo pegajoso se le enmarañaba en sus cabellos ensortijados y, tímidamente, más por temor que por timidez, en ese preciso instante, se pasó una de sus manos por su corta melena y atinó, en la oscuridad, a despegar aquellos hilillos pegajosos que hubo de quitarse de arriba. Un mayor temor se le venía encima, aquellos hilillos podrían traer consigo y envuelta alguna que otra araña negra, por lo que espantada salió de aquella oquedad con insignificantes y ahogados gritos infantiles, aún a sabiendas de que nadie podía oírla, que estaba sola y que tenía que desquitarse de aquella pegajosa tela de araña con su inexperta habilidad ¿Quién la mandaría a meterse en aquel sitio? -Se preguntaba una y otra vez- Tantas y tantas veces le atraían los pequeños y grandes agujeros. Como queriendo meterse en cada uno de ellos para entender desde dentro sortilegios que, a menudo, sorteaban sus pensamientos. Huecos a veces improvisadas por la propia naturaleza en algún tronco de algún árbol respondón que no quiso adecuarse a seguir el mismo camino de sus congéneres. Otras, se acercaba a las oquedades que aparecían entre los viejos muros de piedra viva en los que más de una vez supo aproximarse a los entresijos de esas arañas negras que tanto temía. Esas eran unas arañas negras, feas, con una cruz marcada en su lomo abultado y redondo; con cara de muy pocos amigos. Decían que era la cruz de la muerte…Pero sus telarañas eran blancas, perfectamente diseñadas, geométricas, formando polígonos que todavía no alcanzaba a conocer, casi transparentes, bien tejidas, en dónde cada amanecer algunas gotas del sereno vespertino quedaban aprisionadas hasta secarse paulatinamente a medida que transcurría la mañana.


Una vez, y sin que nadie la viera, cogió un pequeño palito y se apresuró a hundirlo en uno de aquellos agujeros con la pretensión de sacar a una de estas arañas de su madriguera. Estaba enrollada en su fino manto y parecía que no le gustó que la molestara ya que, de pronto y en cuatro zancadas, se dirigió a la misma mano que se atrevió a molestarla. Asustada, dio un respingo con el envoltorio blanquecino dónde estaba enrollado el insecto, depositándolo velozmente en el suelo. Al poco, sacó otra araña de otro agujero, siendo ésta no tan negra y de dimensiones más pequeñas que la anterior. Las puso una al lado de la otra y con un breve empujoncito las acercó pensando que estarían ambas en buena compañía. Lo único que consiguió fue enfrentarlas en una auténtica guerra de arañas en la que la mayor acabaría inyectándole algún tipo de veneno hasta paralizar a la pequeña, agrisada y menos poderosa. En segundos, todo ese panorama se le pasaba por el pensamiento mientras no dejaba de sacudirse las greñas enmarañadas y cada vez más revueltas.

Volvió sobre sus pasos para asomarse a la entrada de la pequeña gruta bajo la promesa que siempre le había hecho a su abuela: -"Allí no se entra"-

Pensaba ella que no se entraba porque había algo que los adultos, en su afán de esconder muchas verdades, pretendían no decirle con toda claridad. Bastó el “allí no no se va” o el “allí no se entra” para ir directa, como un imán, hacia la abertura del agujero. Durante mucho tiempo estuvo dudando en si podría o no, en si sus fuerzas eran lo suficientemente pesadas y seguras como para afrontar sola semejante exploración. Y lo peor, en cómo romper un mandato tan severo y tajante como lo era el de un adulto.

Volvió de nuevo a intentarlo y penetró esta vez más despacio, y recordó la esquina en la que estuvo minutos antes pegada contra la pared, agazapada y de cuclillas, dada la escasa altura del lugar. Pensó de nuevo en las arañas y en algún que otro animalillo que, como ella, se hubiera introducido a la espera de algún nuevo descubrimiento, o simplemente para guarecerse de la lluvia o de la intemperie.

Con una mano tocó el suelo y palpó la tierra húmeda, más bien mojada y casi hecha barro. Se topó con dos gruesas botellas de vidrio verde medio enterradas y llenas del barro en el que habían estado mucho tiempo. Por el otro lado había un cucharón de aluminio negruzco y medio escachado por el paso del tiempo y que nunca supo qué hacía allí. Recordó la historia que alguna vez repitió su abuela sobre unas monedas enterradas con cierta precipitación cuando en tiempos de la posguerra pasaban por las casas llevándose y requisando algunos ahorros, los pocos que podría haber, de personas nobles, trabajadoras y humildes.

-Anda que si encuentro un tesoro- se dijo para sí misma. Y en el momento en que sus pupilas hicieran un mayor hueco en la penumbra, y pudo percibir cada uno de los rincones de aquel viejo horno en dónde antaño se hicieron y se cocieron todas las tejas con las que se cubrieron las casas que circundaban aquellos pagos, amén de la cochura de algunas cacerolas de barro como algún tostador para el trigo, o para el café que en pequeños sacos habían sido enviados desde Venezuela; en el momento en que sus pupilas se abrieron, unos destellos blanquecinos llenaron sus ojos de pequeños tesoros abombados y delicadamente colocados unos junto a otros sobre unas pajas apretujadas. Allí estaban, como quien coloca, esmeradamente, en una cajita muchos bombones de fino chocolate. De cuclillas todavía, puesto que el espacio no daba para erguirse, se acercó solemnemente, de nuevo con la respiración entrecortada, hasta que pudo descubrir la echadura de al menos catorce huevos de una quícara (pequeña gallina más escandalosa que las gallinas en su canto, pero mucho más agasajadora con su crías que aquéllas). -¡Menudo un tesoro!- Pensó y se dijo para sus adentros. Nunca había visto tanto huevo junto. Salió del lugar apresuradamente y a gritos informó a su abuela de tal descubrimiento. A lo que su abuela le sugirió por enésima vez.- Allí no se entra- Pensó la criatura que la abuela escondía allí todos los huevos y que poco a poco los iría consumiendo. Al poco tiempo vio, con gran asombro, como la pequeña gallina se rodeaba de sus polluelos y caminaba cacareando alegremente por los alrededores del horno de teja. Aquél al que le era prohibido entrar y que dio cobijo a una gallina ponedora. Y en el que supo abandonarse, en muchas más ocasiones de las que le fuera prohibido por su abuela, a sus soledades, silencios, sueños y juegos en solitario.



                                                                              Foto Tanci





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domingo, 17 de enero de 2010

Reflexión


                                                                                         Los ocho objetivos de Desarrollo del Milenio



Muchos han sido los pensamientos y propósitos ideados para este recién estrenado 2010. Quiero pensar que en nuestros deseos diseñados interiormente , además de pedir para nosotros, de alguna manera hubiésemos dejado hueco para algún deseo solidario hacia los demás. Eso embellecería el interior de la persona que lo pensó, lo hizo,  lo ha hecho o lo está haciendo.

Yo misma diseñé, en los albores del nuevo año, ser más feliz sintiéndome mejor conmigo misma, pensando que así podría posteriormente lograr otros objetivos cercanos. Leo en algunas revistas tantos y tantos objetivos propuestos para una nueva era. Lo que se vende y lo que no. Lo que está de moda y lo que no está. Conceptos tales como lo ecológico, lo natural, lo saludable parecen adelantarnos o, al menos, propiciarnos una mejor forma de vida para un futuro mejor. Parece ser que quiere cobrar fuerza  una serie de valores que nunca han debido de desaparecer del mapa humano; valores tales como la autenticidad, la honestidad, la moralidad o la credibilidad. No está de moda la apariencia superflua que tanto ha crecido  a nuestro alrededor y que tan bien acogida ha tenido durante tanto tiempo llenando las hojas de innumerables revistas. Quieren hacernos creer que la ostentación, lo artificial y todo tipo de excesos va quedando en segundo plano, mientras que, parece que se quiere dar importancia a conceptos como la ética, la parte interna del ser humano, la solidaridad, el compartir, la tolerancia, la generosidad... y un largo etc. que se buscará, se implantará y se banalizará en favor de una ¿aparente nueva moda?.

Y este inicio de reflexión me lleva a depositar mis ojos allí dónde todos hemos depositados el corazón y la mirada anonadada desde hace pocos días; Haití. Porque lo verdaderamente trágico en Haití no ha sido el desastre natural, que también lo es y mucho. Lo verdaderamente trágico en Haití es la injusticia social, las desigualdades, el hambre, la escasez, la miseria, el dolor y el sufrimiento.


Mientras que en revistas con "glamour" proclaman que debes intentar "ocuparte y no preocuparte", "enamorarte de la vida de nuevo", etc., y que lo que nos debe importar es más el ser que el tener buscando nuestro propio equilibrio y escuchando los latidos de nuestros corazones, sensibilizándonos para participar en la construcción de un futuro más digno, más solidario, más equitativo y más generoso.¿Cómo sentirse bien ante la semejante tragedia que azota Haití y que dando la vuelta al mundo nos hace mirarnos en nuestro propio espejo?


Cuando en el año 2000 Jefes de Estado convergieron en un planteamiento de desafío que enfrentaba el nuevo siglo y revisando el papel de las Naciones Unidas, se dio un plazo para realizar los ocho objetivos planteados para el 2015, uno de los ocho objetivos era precisamente erradicar la pobreza extrema y el hambre. Este es el auténtico reto del siglo XXI: ayudar a los marginados, a los más frágiles y vulnerables.

Vemos con indignación e impotencia que este desastre natural de terremoto no trata a todos por igual. Que en este estado critico de necesidad urgente de ayuda por estar más marginados y por sus propias carencias; ésta, la ayuda, no se va a materializar en el 2015, fecha que estaba estipulada por las Naciones Unidas. Ahora mismo se están haciendo esfuerzos ímprobos para intentar con rapidez llegar a paliar los efectos tan devastadores y trágicos.

La ayuda no podrá ser "pan para hoy y hambre para mañana". Si en Haití el 80% de la población está debajo del umbral de la pobreza, y el 4 % posee el 64% de la riqueza nacional y 4 de cada 10 niños sufre desnutrición siendo que el 75% de la población sufre los efectos de esta desnutrición , no habrá que darles los peces; lejos más bien, habrá que enseñarles a tirar las redes para que pesquen sus propios peces para que se puedan repartir. Y este proceso empieza desde la base con una educación en forma y con un apoyo internacional comprometido de responsabilidad y de colaboración.

Queda la esperanza y la expectativa de la reconstrucción de este país que ha ido de crisis en crisis pasando por huracanes y terremotos aumentado por las crisis de alimentación. Habrá que plantearse una estabilidad social y política con arraigados valores éticos que contagien a su población para hacer emerger a un país sumido en la mayor tragedia que han vivido.

Creo que nunca he dejado de "estar a la moda" y siempre me ha interesado más el ser que el tener, aunque pretendan colocarlo ahora como un valor en alza. Sólo me queda ayudar en la medida de mis posibilidades y mirar hacia el cielo en la búsqueda, tal vez, de misericordia.







No tengo espacio para la música


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lunes, 11 de enero de 2010

Caligrafía o la perfección está en la práctica



Cayó en mis manos un pequeño juego de caligrafía: manual, plumillas, tinta y portaplumilla. No lo pedí, pero me fue regalado por quien , sabiendo de mi amor a la escritura y a las plumas estilográficas; tuvo  la generosidad y la buena idea de obsequiármelo.
Si, he de reconocer que tengo veneración y debilidad por las estilográficas, como también tengo una especial sensación táctil cuando escribo a mano y con este artefacto que, dado el avance de las nuevas tecnologías, va cayendo en desuso. A menos que se siga perpetuando, cabezonamente y de una manera habitual, como lo hace la que suscribe, o bien por románticos coleccionistas  buscadores de piezas originales o distintas.
A los niños japoneses, en su enseñanza primaria, se les enseña el arte de la caligrafía con pincel; a este arte se le llama Shodo. Es una materia más en las escuelas y es una disciplina muy difícil de perfeccionar, necesitándose una gran concentración y paciencia para dibujar los caracteres japoneses con tinta china y sobre papel de arroz. Desarrollando esta materia, desarrollan lo espiritual y lo artístico teniendo además un sentido filosófico.
Siempre me gustó la caligrafía, tuve la suerte de haberla practicado durante mis estudios de primaria. Me sentía tranquila, segura y empleaba todo el tiempo que fuera necesario en realizar aquella tarea con paciencia, tesón y habilidad. No me hubiera importado haber sido calígrafo de profesión o amanuense, toda vez que mi caligrafía la percibía, desde mi niñez, como correcta en sus formas, bien hecha y hermosa.
El término caligrafía proviene del griego "kale graphe" que significa "bella escritura". Así pues, la caligrafía es un arte, dónde la escritura puede llegar a ser bella y delicada cuando los trazos son armónicos y proporcionados, entrándonos por los sentidos como una auténtica obra artística. Puede jugar un papel importante la estética, la armonía de rasgos, el tamaño y hasta los colores que el autor designe. El que escribe, o sea, el calígrafo, le imprime un sello de individualidad y de carácter propio. Es la personalidad del autor de la obra, comunicada a través de su letra dibujada con su habilidad personal, con su arte y con su creatividad.
Del arte y estética de la grafías, al estudio en profundidad de la escritura, media una ciencia que nos descubre alguna parte del ser mediante el estudio y la interpretación de  sus símbolos y de su propia escritura. A través de la escritura se puede revelar, incluso sin querer, rasgos de nuestra personalidad, de nuestro carácter, de nuestras emociones..., además de nuestras cualidades y características personales. Nos puede desentrañar información de algunos aspectos de nuestra psique. Aristóteles manifestó, antiticipándose a los tiempos, que ciertos rasgos de carácter y personalidad se  podían vislumbrar a través de la escritura.
La primera vez que oí hablar de un "perito calígrafo" fue hace muchos años en el inicio de mi profesión. Fue a través de un letrado que recurrió a mis servicios para que estudiara, comparara y analizara, desde mi condición de maestra, unos documentos que, a la postre habían sido falsificados para el beneficio del empresario que quería hacer ver que sus trabajadores habían firmado un finiquito con su empresa. A las claras estaba que,  bajo el esmerado y atento análisis que llevamos a cabo entre mi hermana y yo, no coincidía el original con ninguno de los documentos allí presentados. No sé si fue o no definitorio nuestro elaborado informe pericial, pero el letrado ganó su causa.
Hoy vuelvo a desempolvar, emotivamente, mi vieja pluma estilográfica Parker, que me fue regalada cuando apenas tenía diez años y que, además de acompañarme fielmente durante mis estudios de bachillerato, hoy secundarios, y de carrera; ha transmitido pensamientos, sentimientos y una buena parte de la expresión de mi intelecto. Además,  fue la adorable provocadora del inicio  de una buena, larga y hermosa amistad. Amén de incitarme a mi colección personal de estilográficas.







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domingo, 3 de enero de 2010

Rosa que engalana



Ninguna de las rosas que asistían al concierto de Año Nuevo en Viena era similar a mi rosa. Por mucho que busqué, no pude ver a ninguna que se le pudiera parecer. Mi rosa es especial, llegó a mis manos cuando no la esperaba, desde luego no por casualidad y además sin pensar alguna vez en ella. Pero es obvio que ella si que lo hizo al llegar hasta mi.

Mi rosa destacó entre las 30.000 flores que adornaban la Sala Dorada del Musikverein durante el soberbio concierto con la Filarmónica de Viena al frente y dirigido por el francés George Prêtre. Algún día lograré mi sueño de asistir a él y empaparme de las notas musicales que, a modo de vals, polcas o rigodones, todos los años nos viene a regalar la apertura de un  nuevo año. Y algún día me empaparé “in situ” de audiciones de temas románticos, como me he empapado en este primero de enero del 2010 del peculiar aroma que desprendía mi rosa estando a mi vera.

A base de mucho ruego, mi rosa cedió y me hizo una concesión particular, me regaló un mimo aceptando mi invitación. Si bien me dejó claro que no encontraría ninguna igual entre todas las allí presentes. Mi rosa asistió junto a mi, al concierto que año tras año decido ver a través de TV, dándole color y fragancia a este evento y a esta estancia y, rodeándome del perfume peculiar y envolvente, que sólo ella ha sabido ofrecer. Compartir su rojo encendido me ha transmitido alegría, energía y vitalidad. El terciopelo carmesí de sus pétalos no iba en absoluto reñido con la calidez y el equilibrio de sus formas.

Nunca pensé que esta rosa apareciera tan espléndida, tan perfumada, tan encendida y con su habitual elegancia de diseño. Su estética, su distinguido vestido de blonda y granate, la protegía y envolvía al más puro estilo de vals vienés. Era comparable a cualquiera de las delicadas bailarinas que danzaban a la par de la música de Strauss, dejándose llevar, dócilmente, por las alegres y acompasadas notas musicales. Me di cuenta, en su compañía, que fue diseñada especialmente para mi. Entre mi corazón y el suyo hay un halo de especial energía permanente que me brinda con su presencia, con su equilibrio, con su donaire y su particular danza flotante al viento.

Al término de tan excelente concierto, esta rosa sigue destacándose de entre todas las que han engalanado el concierto de mi vida. Con sus finos pétalos pretende marcar el ritmo de su latido, hora henchido, hora desfallecido…

Y mi corazón exultante y airoso de vida y armonía, la recoge, la guarda y la atesora. Mi corazón sabe que esta rosa no es una rosa cualesquiera bien que se encargó de traspasármelo al oído cuando llegó a mis manos. Algún día me pertrecharé con los aparejos precisos y me arriesgaré, empezando a cultivar una rosa similar y, plantándola y cautivándola, haré que eche raíces pudiendo participar de mi mundo particular y nada ajeno a las demás rosas que la rodean. Definitivamente, una rosa es una rosa, pero la mía es algo más, me acompañó a mi concierto particular, estuvo a mi lado ofreciéndome su distintiva visión y fragancia; ella permanecerá en mi corazón sempiternamente.









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