Al igual que las notas de un clarinete o de un violín salen al aire y a través de un ventanal, se escapan y se cuelan por algún recoveco, queriendo comunicar y/o agradar. Cuando pasas por las casas quisieras elevarte del suelo y levitar, y alcanzar alguna ventana para traspasarla y explorarla, y descubrirla sin ser descubierta. Este deseo de atravesar paredes y muros, puertas y ventanales, barandas y setos, cancelas y soportales, es el que me embarga cuando camino.
Caminar se nos antoja y se nos aprecia hacerlo pasito a pasito; paso seguro y lento, paso inseguro y pausado, paso apresurado y ligero. Paso a paso, al fin y al cabo. Pero pasear no es pasar solamente dejando atrás un mundo que se desvanece por los pasos ya alcanzados. Pasear es caminar con la mirada firme en las cosas, en lo que nos rodea, en lo que nos envuelve. Pasear llega a ser una comunión con el exterior para hacerlo más tuyo, más íntimo. Llegan a mezclarse los olores y los colores, la calidez del ambiente en verano, o la humedad de ese mismo ambiente en tiempo de invierno.Las formas y texturas, las sensaciones subjetivas que te llega de la gente pasan a formar parte de esa unión con el todo. Es sentir el viento en tu cara dándote de lleno, hechizada tu alma, absorta en tu mirada. Es trascender hacia un mundo interior no descrito.
Completa y satisfecha, y con el universo de aliado, has descubierto que el momento de pasear puede pararse en un breve instante de mirada fija o de mirada tímida; como no queriendo dar a entender que cruzas el umbral, que lo atraviesas y te cuelas, y quieres ser más consciente de lo que está delante de ti, de tus ojos, de tu vida. Y que te atrapa de momento, y sólo por momentos.
Cuando alguna casa te atrae y te captura; bien por su estructura, bien por sus jardines, o por sus tejados o bien por toda su arquitectura; es ella y únicamente ella la que se representa y queda envuelta en su propia aura. Quedas aturdida y casi embelesada, porque querer interiorizar lo que no se interpreta banalmente, es querer ver con los ojos del alma, es querer trascender más allá de lo que se te ofrece, más allá de su materia; unas veces viva, otras muerta .Y para eso se ha de tener un fino instinto, tal vez, una corazonada, o una vibración algo refinada, o quizá ese afán de protagonismo en tu interior que ha sido callado, esa llama que no se ha reflejado. Algo viene a comunicarnos, tal vez, ese mundo al otro lado.
Uno quisiera atravesar esas casas sin pedir permiso, sin tocar a la puerta, sin ser visto, como acurrucada en cualquier esquina del salón, de la cocina o de una habitación y desde allí no perdernos el teatro de la vida. De esas vidas que pernoctan y que se levantan, que se abaten y se fortalecen, que se pasean por sus suelos de terracota o de gres, de porcelana o mosaico, de mármol, cemento o piedra; de madera o de parquet. Dentro queda la comedia para ser entendida, para ser aprendida, para quizá vernos a nosotros mismos a través de los ojos de otra casa, de otros seres y de otras vivencias que pasan desapercibidas.
Pero esto es un sueño superficial, nadie que yo conozca podrá traspasar esas casas, esas estructuras de hormigón o de madera, de hierro forjado y mampostería, de cemento armado o de hierro galvanizado. Se me asemeja que todo lo que detrás queda, todo es construcción, todo es satisfacción, todo son vanidades, orgullos, perezas, animadversiones, amores desenfocados, cariños no satisfechos, humores destrozados, vidas desechas, ansias insatisfechas, alguna amargura en la puerta.Es decir, que virtudes y valores quedan por construir y si los quiero ver, tendré que intentar intimar más de la cuenta. ¿Por qué querer alcanzar esos otros mundos que están detrás de cada cancela, detrás de cada hueco o detrás de cada puerta?
Casas y cosas. Cosas y casas cargadas de vidas, de ansias, de aparejos, de amores, de inquietudes, de generosidad, de caricias, de ternuras, de querencias, de citas, de placer y de lujuria.
Cuando camino, me quedo tranquila y serena. En la certeza de que cada casa tiene o no ,una vida placentera y plena. Pero sigo oteando su horizonte, me gustaría traspasarla y hacerla real por un instante por un minuto, por una secuencia. Como si de una película o cortometraje se tratara. Esas casas, ajenas a mi, quedarán siempre vivas detrás de sus cortinas, detrás de su apariencia; aunque quienes las traspasen no logren sentir a sus moradores en todo su compartir, en todo su apogeo, en todo su esplendor.
Me queda el goce de la fascinación, del asombro, del placer y de la estética.También constructores de sentimientos y de experiencias.