lunes, 26 de septiembre de 2011

Engalanada



                                                                                                                   Foto Tanci





 

 Quedan las rosas
el color de la fiesta
¡viva la audiencia!.








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miércoles, 21 de septiembre de 2011

Alabancioso







Don Virgilio no era mal hombre. Después del arduo trabajo de todos los días, se arreglaba para ir a dar con algunos de sus paisanos a la taberna de Leocadio. Tocado con sombrero de fieltro canelo y acicalado, fumaba, en su cachimba de madera de brezo, la picadura de tabaco que su mujer le compraba en la venta de Leocadia. Allí, reunidos alrededor de la mesa de tea cuadrada y sentados en pequeñas banquetas redondas de tres patas, jugaba Don Virgilio y sus paisanos las partidas de envite, ayudado de las señas que caracterizan a este juego de cartas, así como con el sonoro aviso de ¡envido! para llegar al final de la partida con estilo bullanguero. Las complicidades del juego hacían caldear el ambiente y, a la par, sacaban a colación alguna que otra conversación acerca de las cosechas y los terrenos.

Parecía que todo lo que tenía Don Virgilio era de superior calidad y mayor que sus conciudadanos. Si recogía una cosecha de “bubangos”, los de Don Virgilio eran los mejores y los más “cumplidos”. Si recogía millo de sus maizales, él recogía una  cantidad más vasta en kilos que la de los otros. Si de boniatos  se trataba, los de Don Virgilio eran mejores y mucho más grandes. Y no, no era mal hombre Don Virgilio. En su interior pareciera que lo que tenía era esa condición de arrogancia transportada a las mejores cosechas y las mejores tierras, ni más ni menos. Lo único es que Don Virgilio era un poco engreído, no llegando a caer en la auténtica soberbia.

Hete aquí que a Don Virgilio se le presentó la oportunidad de ampliar el terreno en dónde cultivaba sus productos. Un compadre de su mujer había decidido venderle un trozo de huerto, ya que lindaba con el terreno de Don Virgilio. Y éste no lo dudó y lo compró con unos ahorrillos que tenía hacía algún tiempo. Cuando a la semana siguiente volvió Don Virgilio a la acostumbrada partida de los viernes, sus amigos de mesa le preguntaron por las condiciones y el tamaño del nuevo huerto adquirido. A lo que Don Virgilio contestó que podía sembrar en él varios quintales de papas. Dando a  entender que sacaría también una mayor cosecha que la que hasta el momento había obtenido, dado que el terreno, según su apreciación, se le había duplicado.

Don Cipriano, amigo de Don Virgilio, y que participaba asiduamente de las partidas de envite, pidió a éste que le mostrara el trozo de terreno recién adquirido. Y así quedaron para verlo. Y allí fueron ese fin de semana los dos paisanos para ver el terreno sobre el propio terreno. Cuando llegaron al lugar, Don Cipriano nada dijo a la vista del terreno recién adquirido, pero conociendo cómo conocía a Don Virgilio era de esperar lo que sus ojos vieron.

Llegando Don Cipriano al siguiente viernes a la cantina y estando ausente Don Virgilio por esta vez, sus compañeros de juego le instaron a que diera norte del cacho de terreno que Don Virgilio había adquirido y que,  el día señalado,  había visto con sus propios ojos; así cómo las medidas y las lindes. Don Cipriano no tuvo otra mejor respuesta a sus paisanos que  la de: “Cómo será la laguna que el chancho la cruza al trote”. Pareciera que Don Virgilio tuviera algún que otro delirio de grandeza y que de vez en cuando se enquistaba en su pedantería. Y es lo que frecuentemente  llamamos por aquí como un hombre alabancioso.







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miércoles, 14 de septiembre de 2011

Aromas

                                                                                                                                              Foto Tanci



Crece el espliego
tras la hortensia morada
y aquella dalia.








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viernes, 9 de septiembre de 2011

Pendiente

                                                                                                                                             Foto Tanci






Siente la araña
balancear su tela
la brisa arrecia.






                                                                                                                   




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domingo, 4 de septiembre de 2011

Menudencia

                                                                                                                                  Foto Tanci





En un instante
acercándose al brezo
zumba el mosquito.








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