miércoles, 27 de abril de 2011

Atrapado




                                                    Foto Tanci




Cepa aferrada
un árbol encajado
en el barranco.




                                                    Foto Tanci







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miércoles, 20 de abril de 2011

La espera

                                                             



El hombre medio calvo y casi canoso estaba sentado en un recodo de una de las mesas que estaba más retirada de la barra de la cafetería. Diríase que no viajaría, ni que esperara a familiar alguno llegado de otro país, ni tan siquiera a un amigo.

Se toma su café con la parsimonia de quien saborea el más espléndido elixir. Mientras, la camarera detrás de la barra, sirve uno tras otro con la danza ligera de quien pretende elevarse de  la rutina de un trabajo matutino. De repente, el hombre medio calvo y casi canoso, se levanta y, sin decir nada, recoge varias tazas, platos y vasos que permanecían vacíos a la espera de ser retirados. No, no es camarero. Y sin embargo, cumple esta función entregándoselos a la chica rubia y con coleta que está detrás de la barra. Esta los recibe con una amable sonrisa y gratitud. Como si estuviera establecido de antemano un pacto a modo de ayuda mutua y generosa, espontánea y no remunerada.

El hombre medio calvo y casi canoso limpia además las mesas, recoge los vasos y las tazas y quita las pequeñas y finas servilletas usadas de las tazas y platos. A cambio, ella, la chica que está detrás de la barra, le entrega un periódico doblado, no sin antes avisarle que ese, precisamente ese, no le gustaría. Él, sin embargo, lo despliega echándole una visual generalizada y con poco interés a la portada, lo vuelve a doblar, lo deposita sobre la mesa en la que está sentado y se estanca en ella con los codos apoyados firmemente sobre la tabla brillante y lisa de color ámbar. Después de unos segundos, pasa su mano izquierda por su cráneo y lo acaricia, manteniendo su cabeza ladeada con el único apoyo de su mano. Por un momento se recuesta en el respaldo estilizado y negro de la silla de PVC de acabado modernista. Su barriga sobresale como un globo que permanece henchido bajo su suéter de color beige de punto inglés.

Pensativo, dirige la mirada algo perdida a no sabe bien qué o quién, dejándose llevar por las ruidosas voces que, a modo de conversación ininteligible, sobresalen desde el otro lado de la barra. Voces juveniles, alegres y apasionadas en su charla.

El hombre medio calvo y casi canoso se conforma con estar, con observar, con mantener sus manos abrigadas y apretadas dentro de los bolsillos de su chamarra gris plomo. Observa. Mira. No se mueve, apenas pestañea, pero está.

De pronto eleva su vista, obligando a su cuello a erguirse apenas, cuando alcanza a ver a un vigilante, embutido en su impecable uniforme azul marino con paso marcial, al que sigue parsimoniosamente, con su mirada perdida hasta voltear su cabeza. Y como si de un acto reflejo se tratara, mueve su boca, instintivamente, como lo hace cualquier pececillo que busca un poco de alimento u oxígeno renovado dentro de su pecera. Busca alimento, busca oxígeno, busca vida, busca estímulo, busca renovación…

El hombre medio calvo y casi canoso mira sin ver. Observa sin mirar y piensa. ¿En qué piensa sentado en la silla con respaldo negro tipo modernista? Está sólo. Y sólo está.

Cuando termine mi café, deje de escribir y me levante de la silla con respaldo negro tipo modernista, él recogerá lo que he dejado vacío sobre la mesa, en su afán, tal vez, de ser provechoso, sentirse algo querido y aceptado. Con ese deseo humano de entablar una simple y mínima conversación de acuerdo tácito con la chica rubia de coleta que despacha café detrás de la barra.






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jueves, 14 de abril de 2011

El muro

                                            
                                                                     Foto Tanci


Estaban colocadas en pequeños montones como queriéndolas coleccionar sin orden alguno y sin reparar, tan siquiera, en tamaños, ni colores, ni formas. Ocres, grisáceas, amarillentas, negruzcas, algunas tiznadas, desiguales, cortantes…Así, apiladas, daban la sensación de pequeñas pirámides derrumbadas en las inmediaciones del terreno dónde estaba situado el viejo lagar. En un momento de renovación, hubo la necesidad de ampliar el pequeño huerto, de hacerlo más grande, aprovechando todo el espacio disponible. Era la manera de hacer uso de aquella tierra en dónde descansaban aquellos montones de obsidianas, basaltos y piedras volcánicas y en las que, durante tanto tiempo, nadie había reparado. Ahora sería justo el momento de hacer uso de aquellos pedruscos abandonados a la intemperie sin que nadie antes los hubiera tenido en cuenta.

Así, una a una, se fueron agrupando, apiladas, hasta dar forma en altura y en grosor a un nuevo muro de piedra lo suficientemente fuerte, como para soportar el peso de la tierra que se extendiera de relleno hasta conseguir allanar el huerto. Sería la continuidad de aquel otro muro que otrora, había sido dejado a la mitad por escasez de mano de obra y de tiempo.

Las viejas piedras que habían permanecido bien apiladas unas sobre otras, daban vida a un perfecto muro que sería la línea a seguir para dar continuidad a la renovada muralla y que daría paso al huerto familiar. Se rellenó el espacio con tierras de los alrededores, tierra negra, mezcla de compost y bostas… tierra bien abonada, al fin. Cogió forma el recién construido huerto. Se mantuvo firme propiciando un vergel del que, año tras año, y según cada estación, se sacaban las hortalizas abasteciendo a los moradores de la vieja casa de labranza. Habichuelas, papas, arvejas, millo, beterradas, coles, lechugas, perejil y cilantro. Amén de alguna que otra hierba culinaria que, la mayoría de veces, servía más para remedios caseros que para su utilización en la preparación de guisos. Toda la agricultura de subsistencia propia de un entorno rural. El nuevo huerto funcionó. De sus entrañas se extrajeron las hortalizas de consumo biológico que su dueña siempre había querido tener.

Hoy y después de las insistentes y descontroladas lluvias, la tierra, empapada, calada hasta no poder absorber más, cedió y empujó con su excesivo peso el reciente muro, haciendo que aquellas piedras cedieran por su parte más débil y menos fuerte. Tal vez, por la parte en dónde fueron colocados pequeños guijarros de piedra pómez blanquecina, más frágil y endeble y menos resistente que la piedra volcánica. El viejo y tosco muro, sin embargo, permaneció indemne.









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viernes, 8 de abril de 2011

Pensamientos

                                                                        Foto Tanci






Estuve pensando
saltar de emoción
mirarte de reojo
pasar a la acción
estrecharte en un abrazo
y pedirte un apretón.

Estuve pensando
permanecer quieto,
parado y agazapado
fuera de ese muro
fuertemente instalado.



Estuve pensando
alejar mis creencias
abandonar mi franja
cerrar mis maletas
aparcar mi corazón
no estar alerta…

Estuve pensando
entonar una canción
componer poesía
musitarla de mañana
y hacerla sólo mía.



Estuve pensando
volver hacia atrás
y susurrarte al oído
no te vayas, te necesito
ven conmigo.

Estuve pensando
guardar
mi esencia y mi color
mi proyecto de asidero
mis ideas verdaderas
rara vez
proyectadas  fuera.



Estuve pensando no pensar
ni tampoco abandonar
bajo excusa prometida
de seguir
con dinamismo y energía.
Es el elemento,
lo da la propia vida.



 Pensando estuve en ti, 
vida mía.







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domingo, 3 de abril de 2011

Contraste

                                                                          Foto Tanci





Tras unas rocas
azul verde y naranja,
¡cómo contrastan!







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