Era dura al tacto, algo áspera y enrollada dentro de sí misma en dos firmes canalones y en forma longitudinal. Por un momento pareciera que tuviera entre sus manos una fina y ligera vara para dar azotes, de aquellas que se empleaban con asiduidad en las escuelas de los años de la posguerra o de la dictadura. También se le asemejó a la que se utiliza en momentos puntuales para adiestrar a los canes en la adquisición de obediencia y normas, necesarias para la convivencia con sus amos y para la consecución de ciertas habilidades perrunas.
Deslizó su mano izquierda a lo largo de todo el palo, pretendiendo hallar alguna robustez o protuberancia en la que sus dedos pudieran tropezar, mientras que la derecha lo sostenía con seguridad.
Se ayudó con la otra mano, con la izquierda, a dirigir aquella vara de color canelo claro hacia su respingona nariz al tiempo que comprobaba si su afinado sentido del olfato había perdido facultades por el momento. Y pensó por un breve instante..."lo tengo algo adormecido". Mas, éste, junto con el sentido del tacto y del gusto habían sido los sentidos que más había desarrollado a lo largo de su existencia. Sin embargo, apenas percibía nada... excepto un leve, apagado y dulce, pero no reconocible olor.
Se ayudó con la otra mano, con la izquierda, a dirigir aquella vara de color canelo claro hacia su respingona nariz al tiempo que comprobaba si su afinado sentido del olfato había perdido facultades por el momento. Y pensó por un breve instante..."lo tengo algo adormecido". Mas, éste, junto con el sentido del tacto y del gusto habían sido los sentidos que más había desarrollado a lo largo de su existencia. Sin embargo, apenas percibía nada... excepto un leve, apagado y dulce, pero no reconocible olor.
Una vez en casa, tomó las pinzas grises metalizadas de cascar nueces y empezó a romper la estrecha rama en pequeños trocitos, haciéndole saltar astillas de distintos tamaños, pasando a depositarlos sobre el hule de color amarillo claro decorado con motivos florales y que cubría su mesa. Uno, dos, tres... y así hasta treinta y un pequeños pedazos que hubo de colocar en un pequeño botito de cristal cubierto por una tapa de metal pintada.
Por esta vez, y ante el contacto de la rotura de aquellos pequeños fragmentos, sus manos quedaron impregnadas del aroma tan peculiar que portaba la vara que sostenía entre sus dedos juguetones. Aparentemente simple, no llamativa más que por su longitud y apenas curvada en uno de sus extremos.
A continuación, dispuso su café con el ritual diario que requiere una buena y rutinaria costumbre de sobremesa, sabiendo que estos rituales, lejos de perjudicarle, le hacían la vida más disciplinada, más ordenada, viva y más efectiva. Olerlo, revolverlo, ver como el hilillo de humo pretendía alcanzar una altura que no le pertenecía... y, por último, llevarlo hasta sus labios para paladearlo y, al fin, tomarlo. Todo este ceremonial le ofreció, en aquel preciso y puntual momento, una tranquilidad que durante años había venido buscando; no sin antes haber introducido dentro del brebaje matutino una de aquellas pequeñas lascas que previamente había troceado. El olor del café y la lasca recién introducida fue la fragancia perfecta para un paladar exquisito y, en el que, las delicadas sensaciones irradiaban más allá de todos sus sentidos.
La fina lasca de canela en rama junto con el café, ayudó a que su paladar, en común unión con sus papilas gustativas, festejaran un notable encuentro de sabores, gustos y placeres. Y ella, con esa fiesta de sensaciones, además de la calma que le producía esa ancestral costumbre, lejos de sentirse estimulada por tan soberano elixir, pasó a serenarse por breves momentos. Y fue, en ese fugaz e íntimo instante, un poquito más feliz. Tal y como, alguien, en alguna ocasión, le vaticinara.
Foto (Tanci)
10 comentarios:
querida Tanci, magistral entrada en la que he sentido la presión de la vara en mis manos aún no sabiendo lo que era. Te he acompañado a casa y he asido el frio cascanueces para romper la delicada vara en multiples palitos olorosos que me han traído recuerdos de natillas dominicales... Ha sido un alto en el tiempo cronológico y un instante eterno el que nos has hecho degustar. ¡Enhorabuena!
Querida Alicia:
Muchas gracias por tu cariñoso comentario a este breve instante. Breve por el instante aunque no tanto por el desarrollo de mi escrito. Te haré llegar en cuanto pueda un breve recuerdo a natillas de domingos que estoy segura recuperarás para una posterior entradilla tuya de las que nos tienes a costumbrados-as
Un beso con sabor a canela y natilla.
Querda Tanci, ¡eso sí que es sacarle partido a un breve instante! Recibe también mi enhorabuena. Un abrazo.
Mónica, me alegra verte por aquí. Los instantes pueden ser efímeros, pero la intensidad con la que se viven creo que nunca quedará reflejada en un escrito. Por más que uno lo intente.Pero me gustaría llegar a ello. Gracias por tu enhorabuena que, no sé si la mereceré.Pero como me encanta pues me la apropio.
Recibe un abrazo
Muy poético ese café con canela. Hasta se me ha perfumado esta estancia.
Gracias, Tanci, por visitarme, también te sigo.
Besos cercanos
Me alegra Virginia tu visita por esta mi casa y que agradezco. Y si he logrado colocar algún perfume en tu estancia, ya me doy por satisfecha. Te envío un abrazo envuelto en café y canela.
Yo pienso que sí se puede atrapar el más brevísimo instante, inmortalizarlo y hacerlo revivir, aun con nuevos matices.
Hoy lo has hecho y, lo que es más importante, nos has fabricado un momento así para cada uno de nosotros que te leemos.
Yo también me he visto analizando cada movimiento de ese ritual como si lo hiciera yo, inmersa en una profunda serenidad, momentánea pero real.
He leído varias veces tus últimas entradas. Te visito, leo y me voy sin decir nada. No sé qué es, pero me pareces tan cambiada... Que sepas que me gusta mucho ese no sé qué que respiro cuando vengo por aquí y que me hace volver.
Un abrazo.
Querida Adormidera:
Tus palabras me llegan al corazón. La verdad es que es muy difícil captar los instantes efímeros o, reparar tan siquiera en ellos. Pero si te ha llegado el momento de serenidad , es precisamente ese el vivido y el que intenté comunicar... además de como tú bien dices otros tantos matices.Mis últimas entradas van en otra línea y quizá por ello la encuentres distinta. Pero si vienes por aquí y me lees y vuelves ...eso me dice mucho. Me pasa algo parecido con tu casa. Siempre vuelvo porque siempre hay ingenio y vida. Mucha vida. Gracias por tus palabras. Un abrazo
No digo nada más que que se me ha hecho agua la boca. He probado muchas veces la canela, pero "en rama" nunca. Un beso.
Querida Flaca:
Verte por aquí es una alegría y si se te ha hecho la boca agua, mejor que mejor.Bueno te haré llegar esa canela en rama que ayuda a saborear más si se quiere postres y otros aderezos.
Un abrazo
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