
Para cuando decidas
romper tu silencio amordazado
en busca de mi presencia
perenne y un poco aventurado.
Yo, ya no habré estado.
Para cuando quieras
envolver tus perlas
en una caracola
de plata, silencio y olas.
Yo, ya no habré estado.
Para cuando desees posar tus manos
en bandeja de oro repujado,
en jarrón chino
bellamente estampado,
en un trocito de marfil perfilado.
Yo, ya no habré estado.
Si tras un breve encuentro
tus anhelos se tornaron furtivos,
o tal vez se vieron truncados
en imaginaciones vanas
en alientos repentinos.
¿A qué permanecer
si nunca te he encontrado?
Entonces, yo no habré estado.
Mantenerse entre
dos corazones divididos
como cumpliendo su destino,
en la inmensidad de tu noche
en un amanecer deseado
y en el día festivo.
¿Es que te vale de algo
una vida aletargada
sin parte de mi cariño?,
tus ojos veré desplegando
queriéndome hacer un guiño.
Para cuando pretendas apartar
tus enguatadas brumas
casi duraderas y súbitas,
en un gesto claro y sincero
de decidir ir al frente
buscando esa frágil dulzura.
Entonces, yo no habré estado.
Porque para ese entonces,
cuando des con mi ternura
desprendiéndose a gajos
salpicando tu cristalina fuente,
esperando tu encuentro
y queriendo tus más íntimos
bosquejos
de una sutil caricia de
amores todavía tiernos.
Entonces, sólo entonces
Yo, ya no habré estado.
Y definitivamente,
por mucho que me busques
por más que lo intentes
al esperar aquel conmovedor
y sutil encuentro,
ya no estaré cerca
aunque sepas que yo aún
te quiero.
Yo, ya me habré marchado
y no cumpliré con tu deseo.
