jueves, 19 de septiembre de 2024

Diente de leche





La niña tenía seis años. Iba enseñando a todos su diente moviéndose como una campanilla y se lo tocaba suavemente con sus deditos y la punta de la lengua. Dejaba que los adultos se lo movieran, señalando cual era. Parecía contenta porque si se le caía un diente, el ratón Pérez le depositaría un regalo por la noche en algún lugar de la casa. La niña lo encontraría cuando se despertara. El padre sabía que ese diente estaba para arrancárselo, pero la madre aconsejaba dejarlo algo más de tiempo para que la niña siguiera moviéndolo a fin de que le doliera lo menos posible. Espontáneamente abrió la boca y se lo enseñó a su padre y éste, pretendiendo comprobar, arrancó de repente el dientecito de un tirón, quedándose con él en su mano. La niña confiaba plenamente en su padre y lejos de hacer aspavientos, se sintió feliz. Por la noche y después de cenar, su madre le recordó la necesidad de la limpieza de su boca antes de irse a la cama. La noche era cálida, y se fue contenta a dormir cayendo rendida entre las sábanas blancas de algodón.

De madrugada un ratón Pérez con barba y una ratona sin ella, pero desmelenada se afanaban en la elaboración de un sobre de papel manual con una hoja de folio. Tijeras, pegamento, cinta adhesiva, rotuladores y creyones de colores fueron utilizados creando una misiva sugerente, con letra caligráfica grande y legible. Además de un diente diente dibujado y pintado de colores.

 “Para Jimena, porque se le ha caído su segundo diente y porque ha sido una niña buena” Firmado: El ratoncito Pérez con todo cariño.

Al despertarse la niña dijo que había oído entrar al ratoncito Pérez por la ventana, porque oyó unos ruiditos, y que también oyó otros ruiditos en el comedor cuando, seguramente, el ratón Pérez estaba escribiéndole  su carta, haciéndole sus dibujitos y poniendo su firma

Nunca supimos por dónde entró el ratón Pérez, porque la niña dormía con la ventana de su cuarto cerrada. Y la madre cada noche se encargaba de pasarle el fechillo y la llave a la puerta. Tampoco supimos cómo se hizo con los rotulares y creyones de colores que estaban colocados en una cajita en lo alto de la estantería junto a sus cuentos.

Lo de los ruidos podría tener alguna explicación porque su padre y su madre se levantaron aquella noche de madrugada a beber agua y también al baño.

Lo que no sabremos nunca es si el ratón Pérez tocó a la puerta para poder entrar en complicidad y conexión con sus padres. O si sus padres, por estricto mandato, ruego y petición del ratoncito Pérez, elaboraron el sobre, la carta y colocaron el regalito que les había dejado al pie de la puerta de entrada de la casa.

Lo que si sabemos a ciencia cierta es que el ratón Pérez muchísimas veces pide ayuda a los padres para cumplir su cometido. ¡Son tantos y tantos dientes de leche caídos y arrancados a los que hay que atender!