domingo, 27 de diciembre de 2015

Pecinas



                                                                                                             Foto Tanci

                                      

La tía Josefita comía a los dos cachetes. Saboreaba el pescado salado guisado o frito acompañado de un estupendo mojo colorado canario, así como la exquisitez del gofio escaldado. No faltaba en el plato un casco de cebolla que usaba a modo de cuchara para atrapar la suculenta rala o masa, llamada escaldón, hecha con el caldo que sobraba del pescado guisado conjuntamente con las papas, las zanahorias, la calabaza y la pantana tierna, junto con los aderezos necesarios para este inigualable guiso habitual en la casa familiar; la cazuela de pescado fresco. Para paladear mejor el manjar, la tía Josefita se tomaba su tiempo, demorándose en una suerte de ritual: escanciaba el caldo en el lebrillo, le añadía poco a poco la fina harina del grano de millo o de trigo previamente tostado y molido después y, por último, lo revolvía todo concienzudamente. El resultado era un escaldón o gofio escaldado que podía revivir a un convaleciente. En efecto, el escaldón amasado por la tía Josefita era una suculencia capaz de revitalizar a cualquiera que tuviera el espíritu abatido, bien por el hambre, o bien por otras carencias espirituales.

Cuando había potaje de verduras, la tía Josefita no dudaba ni un minuto en apañar la lata del gofio de considerable tamaño, y acompañar ese otro exquisito plato, de sí natural y sano, con unas cuantas cucharadas de gofio. En más de una ocasión le quedaba un restito de polvillo en la comisura de su boca, pero ella sabía perfectamente quitarlo a tiempo con un gesto hábil,  pasando la lengua por los bordes de los labios. Así disfrutaba la tía Josefita.

Después de ordeñar las cabras y dado que la leche permanecía tibia por unos minutos en el recipiente usado para tal efecto, no dudaba en colocar un poco en una escudilla de loza de porcelana blanca y revolverla también con gofio hasta conseguir una mezcla consistente, en un medido punto que conservaba el estado líquido, pese a su solidez, que no llegaba a ser espesa. Ese punto de consistencia que le daba era el más adecuado para tomar la leche a sorbos sin tener que usar la cuchara para llevarla a la boca. Prefería la tía  el gofio de millo y de trigo, ambos  mesturados (1) como era su decir. “Mesturado sabe mejor, da mejor alimento y se agarra mejor a la espalda”.

Pero a lo que no estaba dispuesta la tía Josefita era a comer aquellas cosas que no le entraban por los sentidos. O bien porque las desconocía, o bien porque desconfiaba de su naturaleza de procedencia o procesado, la tía Josefita rechazaba de plano todo aquello que entendía que venía de un proceso de elaboración que trascendía la mera manipulación tradicional del producto natural.

Llegaba la época en que se empezó a introducir como cierta innovación culinaria el llamado “queso amarillo”, un queso venido de Holanda y de marca Castillo, el jamón cocido en barras y la mortadela italiana que, junto con otros escasos embutidos, eran las joyas de la modernidad  en cualquier cocina de clase media.

Por ahí no pasaba la tía Josefita… ¿Qué es eso de que un queso fuera amarillo? El queso había de ser blanco, queso de cabra o a lo sumo mezclado con el de vaca que le daba otro sabor más suave y algo más cremoso.  También podía ser de leche de cabra, de vaca y de oveja. La tonalidad variaba apenas del blanco a un color crema y el sabor se volvía más intenso… A súplicas de algún comensal de los reunidos en la mesa familiar, para que probara el nuevo manjar, - pruébelo, tía, pruébelo y después dirá… - ya dirá si le gusta o no…, la tía Josefita enrestada (2) en su opinión, negaba con la cabeza y lanzaba sus dedos índice y pulgar en busca del trozo de queso blanco que también aparecía como variedad en el plato donde se mezclaba con las chacinas a modo de condumio.

La tía Josefita nunca se desconsoló por esas viandas que en absoluto le llamaban la atención, ni por su color, ni por su aroma ni tan siquiera por su paladar. Es más, siempre desconfió de las mismas y se entretenía más en mojar un codo de pan recién horneado en un vasito pequeño de vino de la cosecha del año, que depositar los ojos en cualquier vaso de refresco coloreado y gasificado que los muchachos se privaban por beber en el almuerzo.

Cuando en medio del disfrute y fragor de la comida familiar alguien le preguntaba a la tía: ¿Cómo lo halla?, ella no perdía tiempo en ñoñerías e inmediatamente tenía la buena y correcta contestación: “yo bueno lo hallo” incluyendo en esa respuesta una gran dosis de satisfacción y un bonito agradecimiento por aquella estupenda comida compartida. Y seguía disfrutando con parsimonia, comiendo “a los dos cachetes”

Hoy la tía Josefita estaría, por su modelo espartano de dieta alimenticia sana y frugal, dentro del modelo que recomienda la OMS (Organización mundial de la Salud) ya que no sólo no abusó de, carnes rojas, chacinas y embutidos, sino que, en el caso de éstos dos últimos,  no hubo manera de que los probara.

Para ella esas cosas raras, nuevas y extrañas al paladar eran motivo de desconfianza. Mejor un buen potaje de berros recién cogidos un poco más allá de su casa, nacidos de manera silvestre entre las pequeñas cavidades que dejaba el agua de los barrancos cuando corrían en tiempo de lluvia. O un buen potaje de coles abiertas con trigo o incluso con cebada. Mejor una buena tafeña (3) de tarde en tarde, en un tostador de barro dónde el millo se florecía y el grano de trigo se aderezaba con un poquito de azúcar.

La tía Josefita fue una adelantada culinaria a lo que la OMS acaba de denominar como alimentos no recomendados para consumir habitualmente, sean carnes elaboradas o tratadas, o bien alimentos precocinados. Lo que ella denominaba de una manera mucho más simple; “eso son pecinas"(4). Y a mi modesto entender, y visto lo visto, creo que pecinas son.
 
 
                                                                                  Foto Tanci     
 
(1) Mesturado. Mixtura. Mezcla de varias cosas. También bebida mezclada de varios licores. Volumen II
(2) Enrestada. Encaprichada. Obstinada en algo. Emperrada en alguien o en algo. Volumen II
(3) Tafeña. Porción de maíz tostado hasta abrirse formando flor. Volumen III
(4) Pecina. Suciedad. Volumen III
 
"Tesoro lexicográfico del Español en Canarias"
 

 

domingo, 29 de noviembre de 2015

De la uva al buen gusto


                                                                                                            Foto Tanci
                                        


No había mala uva en aquella casa. No la hubo nunca. Como tampoco la hubo, como consecuencia, en la vieja bodega en donde el vino tomaba cuerpo ayudándose del entorno y precedido de una gran preparación, de un trabajo laborioso y de un cuidado esmerado. Ese era lugar fresco y reservado, con olores a mosto y a orujos acunado por una buena cosecha de racimos sueltos y no apretados, de uva blanca, dorada, madura, de distintos tamaños, cultivadas en terrenos concienzudamente abonados.

Ese entorno, ese trabajo y, al final, ese caldo resultante es comparable al proceso de maduración del ser humano en el que se ha depositado todas las expectativas y esperanzas de auge y crecimiento.

Por un lado, el lento y costoso trabajo de fermentación que lo va amoldando, le va creando cuerpo, textura, sabor… lo hace más rico.

Y por el otro, le va añadiendo la paciencia y la espera para que ese líquido, tosco en olor, turbio y poco claro todavía, enclenque y tambaleante, se convierta en el ser vivo, sabio, aromatizado, oloroso, con cuerpo, pleno en matices y llegando a ser hasta sedoso con la edad. En definitiva convirtiéndose en ese ser excelso, amoroso y sereno que suele dar la madurez

Así, un buen vino siempre nos une y nos alegra el corazón. Nos depara dicha y regocijo al compartirlo. Y al igual que la propia vida, hay que tener los sentidos muy agudos,  muy sensibles diría yo, para, a través de nuestro olfato y de nuestro paladar, conocer su fragancia, saber que no huele raro, que no está avinagrado o a punto de virarse. A punto de picarse. Que no deja ese olor a rancio o podrido en el paladar… en una palabra, que no está echado a perder. Por eso es bueno tantear el vino conociéndolo, y  saborearlo hasta percibir el equilibrio que da, por fin, la sazón

Y para disfrutar un buen vino, uno se deja llevar simplemente, cierra los ojos, intentas meter la nariz en el vaso y, al tiempo de paladearlo, si no huele bien… tampoco tendrá buen sabor. Por eso hay que hacerle caso al olfato, sentido que no nos engaña pues está muy cercano a las emociones y a los recuerdos muchas veces conectados a la infancia.

Y hay que degustarlo lentamente, al tiempo que ese burbujeo mínimo penetra en nuestra cavidad bucal y juega con nuestra boca, nuestra lengua y nuestros cachetes. Así nuestra percepción crecerá de inmediato.

Si, en aquella casa de buenas vibraciones y en aquella bodega discreta y silenciosa, la gran catadora de vinos, en época ancestral, fue una mujer. Una mujer que, sin pertenecer a ningún club de vinos afamados, sabía acercarse al paladeo, disfrute y gusto de un buen caldo, percibiendo, de manera autodidacta y a través del manto de su profunda sensibilidad, la sensación y el aroma de aquellos vinos artesanales con cierto rasgo y rango de malvasía propios de   aquellos pagos.

Nunca hubo arrogancia en su saber espontáneo, solo  la simple emoción del poder que da generalmente lo natural, lo sencillo y el buen gusto. En este caso tan paralelo  a su olfato y a sus papilas gustativas.

 
 
                                                        Foto Tanci
 




 

 

 

domingo, 22 de noviembre de 2015

Melodía y armonía.



Mozart. Concierto para clarinete. Adagio in A Major K 622




En mi tierra no hay elefantes, ni ñus, ni ríos serpenteantes, ni prados grandes, ni tampoco cafetales...
Hay calor de hogar, nítidas aguas, lumbre, huertas y montañas. Otras nubes, otros cielos, otras aves, otros misterios que cruzan el firmamento.
De vez en cuando alguna cascada desatada y volcanes que se alojan en el interior de tu alma.
Excelentes puestas de sol tras una amanecida rutinaria.
A vista de pájaro, la música tiene el olor a lo efímero y perfumado. El sabor de lo perenne, de lo inmanente y que la hace trascendente.
El recuerdo dulce de la ternura y del amor ...de la música en cada nota, en cada composición. Disfrutemos el día de hoy.




                                                                                    Foto tomada de un muro en la Isla de La Palma



lunes, 12 de octubre de 2015

Candidez

 
 
                                                                                                        Foto Tanci






Todo lo simple
se oculta a la mirada.
 Tarde de otoño.
 
 
 
 
 
 


martes, 6 de octubre de 2015

Piedra y silencio

 
                                                                              
 
Hábil como era en leer parte del pensamiento ajeno, Ernesto se atrevió a plantear a María lo que ésta callaba y no había sido capaz de pedir por timidez, rumiando internamente y para sí, su ansiado deseo: conocer y patear el lugar de sus antepasados.

 
 
Así que, jadeantes, llegaron a la loma que estaba coronada por una gran pitera joven sin el maguén característico de estas plantas que adornan algunas laderas. Justo al lado de ella, una gran chumbera cargada de higos picos le daba compañía. Pararon y tomaron resuello después de la gran caminata que ambos habían decidido realizar tras el acierto de Ernesto, adivinando el sueño secreto de María.

Ernesto llevaba tiempo barruntando la idea de llegar al agreste paraje a pie, tal y cómo lo habían hecho sus antepasados. Aficionado al senderismo como era, sabía que no tendría mucho impedimento en sortear veredas y caminos pobladas de zarzales, espinos y vegetación asilvestrada. En los tramos por los que era prácticamente imposible de transitar, los obstáculos eran apartados de manera delicada pero práctica por Ernesto, portador de una pequeña navaja que le ayudaba a despejar malezas, al tiempo que avanzaban en su recorrido.

Tenía el vago recuerdo de su infancia, en el que legumbres y cereales se mezclaban con frutas y hortalizas y todos, al unísono, entraban a formar parte de una danza singular de vívidos olores, sabores y colores.

Desde la lomada observaron el panorama que, otrora y de pequeño, disfrutara y viviera en tiempo estival, felizmente al amparo de sus mayores. Desde allí pudieron divisar la gran barrera volcánica recortada de extremo a extremo, como si una gran franja quemada se hubiera introducido en aquel paisaje. El gran barranco vertical separaba los distintos caseríos que conformaban las blancas casitas  de rojizos tejados, que salpicados sobre el paraje alfombrado de distintas tonalidades de verdes y ocres, pintaban un panorama en miniatura al más propio estilo naif.

Declinaba la tarde llenando el ambiente de una cierta tonalidad ámbar, planteándose ambos  la necesidad de buscar alojamiento para esa noche…
 

 

No iban preparados, pero confiaban en que alguna casa de las que aparecían frente a ellos y a lo lejos, pudiera darles cobijo, al menos por esa noche.

Divisaron la figura pequeña, enjuta y algo encorvada de una anciana que, tocada bajo un sombrero de paja de ala ancha, permanecía sentada cercana al patio de la casa. A simple vista apañaba o apretaba algo con sus manos en unas canastas que rodeaban la parte delantera de sus rodillas.

Bajando a trompicones la loma en la que habían estado observando parapetados durante unos minutos, se fueron acercando hasta el lugar de la casa. Frente a la anciana y  dando las buenas horas, sintieron como entre ambos y la anciana hubo una rápida conexión visual a la vez que cierta complicidad benevolente de comunicación empática.

-Buenas tardes - dijo la pareja casi al unísono-.

-Buenas tardes les dé Dios - contestó la anciana del sombrero alzando la mirada y retirándolo apenas un poco de su cara-.

Expectante, escudriñó con la mirada. Esperaba oír en  boca de los recién llegados alguna pregunta que pudiera despejar el interrogante que la mujer dejaba entrever en su rostro, cruzado por un buen número de arrugas, bien definidas, que daban fé de   bastantes años acumulados en su haber.

-Sí…sí… hemos venido hasta aquí buscando un lugar incierto…un sitio que no sabemos si todavía permanece en pie… si existe aún, o si por el contrario ha desaparecido de la faz de este paraje… o tal vez nunca existió… -manifestó Ernesto excitado-.

 

La vieja señora arqueó sus blancas y espesas cejas esperando un mayor detalle de la explicación indecisa que había sido planteada por Ernesto. Sin perder tiempo, éste abrió su mochila y, bajo la atenta mirada de María y  una cierta desconfianza de la anciana, logró extraer una vieja fotografía de entre las hojas de una agenda de tapas duras  cerrada por una banda elástica negra.

Al mostrarle la foto, la anciana dibujó una cálida sonrisa abriendo sus chispeantes ojos casi de par en par. Esta vez ya no escondió su rostro tras el sombrero de paja. Mas al contrario, lo dejó caer sobre sus espaldas acomodándose con sus rudas manos el pañuelo de color negro que permanecía sobre su cabeza, protegiendo de esta manera el abundante y ensortijado cabello blanco que se dejaba entrever.

Como un ritual, hizo como si se limpiara en el delantal canelo claro que protegía parte de su vestido negro, mientras deslizaba sus deformadas manos por el delantal en un ademán de limpieza. Al tiempo,  cogió la foto apenas por una esquina como no queriendo ponerle ni un solo dedo encima con tal de no empañar el  poco brillo que le quedaba al viejo retrato.

Caminó un par de pasos hasta la banqueta redonda de pino de tres  patas  tallada toscamente y en la que, momentos antes, había estado sentada durante bastante tiempo, colocando de manera esmerada uno por uno los higos porretos*  que meses atrás habían sido secados al sol.

Sujetó la foto delicadamente con sus dos manos, como queriendo verla mejor, tratando de buscar nimiedades o pequeñas cosas que tal vez se le hubieran escapado de haber sido real.

La estudió atentamente y volvió a sonreír sin pronunciar palabra. Y con un semblante de satisfacción y vencedor les entregó la foto asintiendo con la cabeza como si de algo conocido se tratara…

-Sí existe aún… pero ya no se usa… ha quedado igual, tal cual. Piedra sobre piedra, madera sobre madera, soga sobre soga… mallar sobre mallar **… teja sobre teja… muchas piedras fueron acarreadas con estas manos que ustedes ven retorcidas y feas a consecuencia de los golpes recibidos en el acarreto. Como también muchos de los muros de piedra volcánica que ustedes pueden ver en los alrededores de la casa formando las pequeñas huertas,  fueron  hechos mediante las piedras movidas por estas y otras manos … todo igual … piedra sobre piedra, muro tras muro … 

 
 
Aquellos muros de piedra formaban una especie de calado alineado como si de festones y presillas se tratara en medio de aquel  singular paisaje.

Se desplazaron caminando con paso lento como a unos cien o ciento cincuenta metros retirados  de la casa. El antiguo lagar, de piedra vista y vetusta viga de tea dura y oscura, estaba coronado por una sobreviviente y retorcida parra. Permanecía altivo, vigilando  la vivienda habitual de la anciana. Allí estaba, retirado pero en pie firme, como un auténtico superviviente de batallas vinícolas, de aromas dulces y sabores afrutados.

Para Ernesto y María fue un regalo haber podido llegar hasta él y haber descubierto su localización, la que se habían obstinado en encontrar, con el único dato que poseían: una vieja fotografía en blanco y negro desteñida por el paso de los años. Había sido guardada por su abuela materna dentro de una pequeña cajita de madera de color oscuro, decorada con motivos  chinescos. Esa fotografía junto con otras tantas formaba parte de la historia familiar.

La vieja mujer, sabiendo pues la procedencia de la pareja, les invitó amablemente a pernoctar esa noche en su casa. Desgranarían historias ya lejanas en el tiempo, pero vivas en su memoria bajo un inmenso manto  de cielo estrellado.
 
                                                                                                     Fotos, diseños y pintura: Tanci


* Higos tunos o chumbos pasados o secados al sol.

** Trozo de madera grueso y pesado de aproximadamente un metro de largo que sirve tanto para picadero como para poner debajo de la viga del lagar cuando se hace el pie y se exprime la uva.
 
(Relato dedicado a mi abuela Constanza, mujer sensible, cariñosa, sabia, coherente, honesta y amante de la naturaleza entre otras virtudes; que supo poner, cada día y poco a poco, una piedra más en su muro y en el de los demás, ayudando así a construir un mundo mejor) 

 

 

 

 

domingo, 2 de agosto de 2015

Miopía

                                                                                                                      Foto Tanci
 
 
 
 
 
 
El ojo de la cerradura se pegó a mi ojo. Me impuso su señal de identidad y quiso penetrar en mi interior. Yo, con mi corta vista no supe leer, al final, lo que dictaminaba mi iris. Tuve que acudir a un iridólogo.
 
 
 


domingo, 7 de junio de 2015

XXII Festival Carpe Diem






                                                                                                               Diseño Tanci



Y de nuevo cantamos. De nuevo pudimos celebrar nuestro encuentro anual. De nuevo pudimos celebrar nuestro festival, el vigésimo segundo festival Carpe Diem. Horacio ha propiciado que, con tesón y constancia, un grupo de personas, ahora ya amigos, amantes de la música y del canto coral, nos hayamos unido haciendo honor a ese lema de vivir el día a día, la hora, el minuto…el momento.

La coral Vulcania de Lanzarote junto con la pianista Raquel García y el violonchelista Diego Pérez nos acompañaron esa noche plena de emotividades y sentimientos.

En nuestro repertorio de este año llevamos un  buen cargamento de emociones, de obra poética, de misticismo y espiritualidad. No en vano nos recreamos con el “Cantar del alma” de San Juan de la Cruz, que nos transportó a una experiencia espiritual íntima pretendiendo llegar a un éxtasis de soledad en cada uno, pero en común unión entre todos los componentes del coro Carpe Diem.

Por otro lado, elegimos también,  a Santa Teresa de Jesús recordando el 500º aniversario con su “Nada te turbe”, de lenguaje simple y sencillo en el que se ve la búsqueda de Dios en lo más profundo del alma.

Con estos místicos, con los epitafios del Quijote,  recordando su  400º aniversario de la publicación de la segunda parte del Quijote, así como con los  espirituales negros, fuimos a la búsqueda de la serenidad, de la calma y de una tranquilidad que quisimos trasladar al epicentro de nuestro concierto.

No puedo dejar de lado la nana para una foca, “The seal lullaby” de R, Kipling/ E, Whitacre, que nos evoca la calma que nos incita al escuchar su letra y que, junto con   sus modulaciones y  notas musicales, da consuelo y tranquilidad al infante que la recibe. Creo que, a su vez, fue transmitida esta ensoñación de igual manera al respetable público que nos acompañaba.

Por otro lado, el cartel que propició la comunicación y convocatoria a nuestro concierto, mediante la estética visual y artística, resalta al mismo tiempo la idea que nuestro director Luis Correa nos ha  ido transmitiendo día a día en cada uno de nuestros ensayos. Esto es: cantar no sólo con nuestro instrumento por antonomasia y que es la voz, sino además propiciar ese profundo sentimiento de espiritualidad que todos llevamos dentro de una forma u otra y que, junto con el misticismo de sus letras, se produzca la magia de una vibración sublime… tal vez tocando o llegando a tocar parte de la nubes que se reflejan, de una manera sutil, en la acuarela que ha dado paso al cartel anunciador.

Es ese mar de nubes que,  acariciando a las montañas cercanas, no deja de acercarse tímidamente y lentamente a nuestro volcán Teide.

El rojo contrastado de miles de flores, las rocas de color marrón y la exuberante vegetación de variados verdes y ocres que irrumpe en un manto de tonalidad clara y particularmente etéreo, da ritmo y una cierta musicalidad a la pintura que quiere emerger desde el interior de una naturaleza casi sensual y que se adivina muy paralela a los místicos poetas a los que hemos hecho referencia.

No pretende el cartel más que una llamada de atención hacia nuestro encuentro coral  amistoso y que, de una manera austera y sin mucho adorno añadido, ha pretendido llegar a los corazones  ofreciendo una mirada de serenidad con vibración múltiple transmitiendo esa calma que nos da la naturaleza y que puede dar paso ¿por qué no? a la pasión. Pasión que pusimos todos al unísono esa noche del 5 de junio en nuestro “XXII Festival Carpe Diem”


 

 




sábado, 28 de febrero de 2015

Crucero


                                                                                                                Foto Tanci






Lamió repetidamente sus labios impregnados con la sal que había sido depositada tras el fuerte oleaje. Los minúsculos trocitos cristalizados sobre barrotes, pasarelas y farolas asemejaban pequeños gránulos de arena dorada y brillante lejos de la costa.

Ella, varada en sus entrañas, lo vio partir en su último viaje hacia el silencio.

 

                                                                                                                     Foto Tanci
 
 
 


Adagio staccato by Bach - Handel on Grooveshark




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domingo, 4 de enero de 2015

En el inicio



                                                                                                       Foto Tanci

 
 
Dejar atrás las sombras
perdurar como una roca
subir la alta montaña
gritar con voz sonora.



Mirar al cielo
alcanzar la nube
dejar el cuerpo
llover a mares
pisar la arena
pensar la hierba…


 
descalza y aferrada
al motor de mis venas
hechas con estratos
de energía y fuerza.


 
Emprender de nuevo el rumbo
sin saber a qué puerto llegar
dejar atrás las sombras
de punta a punta
 patear la sierra…
 
Oler la flor
atrapar la ola
subir  al cielo
sentir la roca.
 
Emprender  de nuevo el rumbo,

dejar atrás  las sombras...




 
 

Part The First: Chorus: O Thou That Tellest Good Tidings To Zion by Handel & Haydn Society on Grooveshark

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