martes, 31 de mayo de 2011

Esperanza




                                                                         Foto Tanci







Se inclina el árbol
en sana reverencia
quizás espera.











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miércoles, 25 de mayo de 2011

Tesón

                                                                                                                                             Foto Tanci





Camina lento
por la cornisa un monje
llegará al Roque.








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miércoles, 18 de mayo de 2011

Alongada




                                                                          FotoTanci






Buen panorama
la planta en el tejado
vive alongada.










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viernes, 13 de mayo de 2011

Languidez



                                                                                                                                        Foto Tanci
                                                                             





Dando mil vueltas
lejano el crepúsculo
como veleta.

 
 
 
 
 







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miércoles, 4 de mayo de 2011

Un vuelo emocionante

                                                                            Foto Tanci

 



El blanco roto, el amarillo claro junto con el rosa insinuado resplandecían poco a poco sobre el horizonte, dejando una pátina brillante y de color plata, como rastro, al elevarse sobre la mar.

La luna de marzo le transportó a la vieja casa solitaria de la infancia y los recuerdos le llegaron agolpados cuando la vio emerger. Fue allí, en la vieja casa de la abuela, en dónde experimentó sus primeras habilidades manuales con algunas de las cañas de los cañaverales próximos al lugar. Recordó las tres varas bien recortadas y perfiladas que logró cortar y alisar con un pequeño cuchillo de mesa. El hilo marrón de embalar, los trapos, hechos jirones y sacados de alguna vieja tela caída en desuso que le había propiciado la abuela. Y desde luego, los papeles de seda; blanco, amarillo y rojo.

Fue su tía quien le involucró en el gozo, el deleite y la ilusión de experimentar una construcción bien hecha, bien medida, firme y, al final, bella y estética. Más tarde llegaría el vuelo. El maravilloso experimento del vuelo.

El vuelo de la cometa era elegido y deseado siempre por marzo y abril, cuando el viento del nordeste llegaba a ráfagas suaves a la zona de las medianías de aquellos pagos. Aunque, a veces, venía cargado con algo de humedad favoreciendo poco a la experiencia, dado lo fino y delicado del papel.

Las cañas montadas en cruz y formando un perfecto exágono, dieron cuerpo a un entramado simple, de coqueto traje amarillo, rojo y blanco, bien recortado y pegado a cada uno de los bordes. El hilo bien tensado. La cola no podía ser ni muy corta ni muy pesada, ni tampoco muy larga, pero siempre bien anudada. Si fallara cualquiera de estos requisitos no podría elevarse ni tan siquiera dos palmos por encima de su cabeza. Caería de inmediato en picado.

¡Cuidado! -Vigila que el nudo del hilo quede bien hecho y bien apretado a cada uno de los extremos del exágono-

- Y ten en cuenta que el cabestro ha de quedar como una perfecta pirámide- Su tía se entretenía, con la debida paciencia, en mostrarle sus habilidades y experiencia en el real vuelo de la cometa. Su tía era una auténtica pedagoga en el arte y disfrute de los juegos infantiles. Le transmitía seguridad en los juegos al tiempo que creaba una alegre complicidad en el disfrute.

- Ya está preparada y nivelada- le decía.-Cuida de llevar en la mano izquierda la cometa y en la derecha el ovillo de hilo bien enrollado -¡Y cuidado con la cola, no vaya a enredarse en las pencas que están por la zona!- Pensando en que su corta experiencia no daba para recaer en tan importantes detalles.

-Si cuando esté elevada vieras que la cometa da cabriolas, es que la cola ha quedado corta y entonces habrá que bajarla de nuevo y añadirle más trapos anudados- Le decía con la seguridad de quien porta toda la experiencia.- Y si no sube, es por falta de viento o porque te has pasado en su cola- Volvía a decir en un tono de voz contundente.

Y le enseñaba a ir quitándole algún trocito de cola hasta equilibrarla en su justa medida y peso.

-¡Corre, corre en una pequeña carrera a lo largo del montículo!- Le gritaba, dándole instrucciones, un poco más abajo desde el otro montículo en dónde su tía se hallaba.

- Vas dejándola soltar y cuando veas que se va elevando, vas dándole más hilo, poco a poco hasta que la veas allá arriba balanceándose contenta contra el cielo sereno-

Y cuando así sucedía, cuando permanecía algo estática, como si la mirara directamente a su cara desde su altura, se quedaba boquiabierta y absorta viendo que aquel artilugio, preparado pocas horas antes y salido de la habilidad de sus diminutas manos, funcionaba a las mil maravillas. Podía volar y mantenerse en el aire por todo el tiempo que quisiera y dar bandazos de un lado para otro pidiendo hilo, más hilo.

-¿Lo ves? - Cuando va de un lado para otro, desesperada, es que te pide más hilo y tú debes dárselo, sin brusquedad. Cuánto más hilo le des, más lejos se irá- Le decía, una vez más, en tono cariñoso y cautivo a la vez

En uno de esos momentos y, tal vez, cuando más emocionada estaba mirando hacia las alturas; de repente, una ráfaga de viento fuerte y no esperado, tensó el hilo de tal manera que le arrancó de cuajo el cordel de sus pequeñas manos, por el único extremo al que lo tenía sujeto. Tan desprevenida le cogió que la cometa salió volando veloz, sin posibilidad alguna de su rescate, achicándose en el cielo rápidamente. Se fue haciendo diminuta perdiendo su forma y sus colores allá arriba en lo alto del espacio. No pudo atajarla y, aunque salió corriendo tras ella, se perdió para siempre entre algunas nubes de algodones que parecían raptarla tras un mar de cielo azul intenso. Rompió a llorar desconsoladamente, con la congoja en su garganta y la tristeza de quien sabe que no volvería a verla jamás.

Pero esta noche, la luna de marzo vino más brillante, más llena, más redonda y grande. Esta noche, ella, más lustrosa que nunca le trajo el recuerdo de su cometa, con sus colores recortados contra el cielo, emergiendo, siendo dueña y señora de ese momento nocturno de intensa luz. La luna le devolvió su cometa porque fue a vivir allí, a dónde su tía tantas veces le habia dicho que iría a parar y que estaría mirándola fija y que, algún día, cuando menos lo esperara, volvería de nuevo a sus manos.
Su tía supo acallar el llanto entrecortado, aplacando su tristeza y desconsuelo, sin saber que marzo le devolvería, a través de ese halo resplandeciente, aquella cometa que se elevó por los aires perdiéndose hasta alcanzar el fulgor de la luna. No se equivocó en su designio.











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