Por las hendijas se cuela mejor que coladera, olor a pino, a brezo o madera alguno será de tea. El viento lo trae y lo lleva y lo empuja de esta manera. Y yo me inundo en este aroma que me recuerda mi infancia tierna.
¡Es la víspera! ¡Es la ilusión! Es San Juan, quizá sea un don.
Las fogaleras han crecido en medio del asfalto,huertas, solares y terraplenes abandonados.
El cielo se ha teñido de un rosa encendido. Y la luna, en menguante, juega a esconderse detrás de las nubes coloradas alguna habrá encarnada.
Nubes que no conoce, que le son nuevas, que llegan hasta ella como algodones de fiesta.
¡Clin,clan!... una monedita pa` San Juan, ¡Clin,clen!... pa´ esa noche arder, ¡Clin,clon!... San Juan encendió, ¡Clin,clun!... ¿ por qué no la saltas tú?. ¡Clin,clin! ¡Vaya que si!...la saltaré sólo por allí.
Si guardando las distancias hubimos de permanecer tú, desde mi origen,yo como niña capturada.
Si necesité tu escala,tu obsequio y quise ser hermana de mar bautizándote a ti primero. Si en mi aurífero sueño tuve la sensación de un suicidio a mar abierto.
Fueron gaviotas, al vuelo,cual emigrantes quienes sacándome de mis memorias guardaron luego un silencio atesorado.
Fui tallando, poco a poco, tu esfigie de salitre y aunque siempre anduve a la búsqueda de una arena solidaria, cansada y... ¿por qué no? hasta desilusionada, cedo mi rumbo, tal es mi limitación.
Apenas me hiciste una propuesta, ¿cuándo la siesta en la arena? quedándome absorta en su destino aún tengo alguna aspiración ... poco es... poco fue..., algún deseo en las orillas, un beso, una caricia o, ¡yo que sé!
¿ Quedará sólo en la quimera de pescadores, mi persona, mi ternura, mi presencia, mi amor y mi ilusión?
Sólo puedo de todo esto sacar una deducción: en este cerco de isla tal vez no, en un viaje venidero será otra la situación.
Quizá en mar del Plata... la chica de los peces de colores y la vieja de las olas escorada, llegarán juntas, a través de una conjura para volver a la mar, a el mar y ser de nuevo niña capturada.
De todo este aparejo algo se me queda muy lejos... y yo en tus manos. ¿ Que quieres?,tal vez ni siquiera lo había pensado.
Siempre me han gustado, siempre me han parecido presumidas y coquetas. Quizá el motivo venga de los juegos vividos en una casa-granja, cuando yo era pequeña.De aquí viene mi recuerdo entusiasmado, mi cariño y mi afecto por "ellas".
Siempre las vi como a señoras bien endomingadas. Su mirada de pico altivo hacía que no te acercaras mucho a ellas. Su cresta, enardecida por encarnados tonos carmines, anunciaba siempre días festivos. Sus ojos, al parpadear,dejaban entrever un cierto disimulo al observar, que no lo era tanto ya que miraban atentas el horizonte de su otear.¿Qué decir de sus radiantes plumas?. Cómo endomingadas que estaban, casi siempre lucían sus trajes estofados y variopintos. Su cola, pertrechada de firmes y tornasolados tisús, se movía con la misma arrogancia de su pasear. Sus patas, ¡ay! sus patas. Sus patas siempre cubiertas por amarillos calcetines, adornados de fijas lentejuelas, que no dejaban el frío invierno pasar. Cuando aparcaban el alegre paseo dominguero, ellas se disponían a patinar. Sus pies aquí, sus pies allá. En una danza alegre y lujuriosa, separaban la tierra a dos bandas en busca de algún gusanillo o grano que poder rescatar. Cacarear al compás era lo mismo que buscar y rebuscar. Mírenlas a ellas, " gallinas bobas" que dónde va una van todas.
No se me ocurría otra cosa que intentar engañar a las gallinas bobas. Cuando una vez me interné en el gallinero, presta a hacerles ver el tesoro que yo depositaba en la esquina del que fuera su aposento. Escarbé e hice ademán de colocar algo de manera sinuosa en el suelo. Y ellas, después de que me vieron salir, fueron raudas a rastrear lo que creían que yo habría depositado y que habría dejado enterrado. Se me asemejó más a un patio de vecinas, por lo rápidas que se arremolinaron y quedarse con tres palmos, al darse cuenta del engaño. Con mi treta infantil me sentía victoriosa, por haber conseguido confundir a las gallinas bobas. Y yo observaba detrás de la verja protectora. No digamos, cuando en un verdadero alarde de salto sin pértiga y en busca del trozo de pan sostenido en la metálica tela; a una altura considerable, ellas tenían que saltar para poderlo alcanzar. Ésta que está aquí reía sin parar, por el mero hecho de ver a una gallina brincar.
Y ahora me contento con alguna que otra gallina de ornamento, en estampa, en postal, en dibujo o casi al natural.Por la alegría de ese momento, colecciono gallos y gallinas. ¡Vea usted que portento!