domingo, 29 de noviembre de 2015

De la uva al buen gusto


                                                                                                            Foto Tanci
                                        


No había mala uva en aquella casa. No la hubo nunca. Como tampoco la hubo, como consecuencia, en la vieja bodega en donde el vino tomaba cuerpo ayudándose del entorno y precedido de una gran preparación, de un trabajo laborioso y de un cuidado esmerado. Ese era lugar fresco y reservado, con olores a mosto y a orujos acunado por una buena cosecha de racimos sueltos y no apretados, de uva blanca, dorada, madura, de distintos tamaños, cultivadas en terrenos concienzudamente abonados.

Ese entorno, ese trabajo y, al final, ese caldo resultante es comparable al proceso de maduración del ser humano en el que se ha depositado todas las expectativas y esperanzas de auge y crecimiento.

Por un lado, el lento y costoso trabajo de fermentación que lo va amoldando, le va creando cuerpo, textura, sabor… lo hace más rico.

Y por el otro, le va añadiendo la paciencia y la espera para que ese líquido, tosco en olor, turbio y poco claro todavía, enclenque y tambaleante, se convierta en el ser vivo, sabio, aromatizado, oloroso, con cuerpo, pleno en matices y llegando a ser hasta sedoso con la edad. En definitiva convirtiéndose en ese ser excelso, amoroso y sereno que suele dar la madurez

Así, un buen vino siempre nos une y nos alegra el corazón. Nos depara dicha y regocijo al compartirlo. Y al igual que la propia vida, hay que tener los sentidos muy agudos,  muy sensibles diría yo, para, a través de nuestro olfato y de nuestro paladar, conocer su fragancia, saber que no huele raro, que no está avinagrado o a punto de virarse. A punto de picarse. Que no deja ese olor a rancio o podrido en el paladar… en una palabra, que no está echado a perder. Por eso es bueno tantear el vino conociéndolo, y  saborearlo hasta percibir el equilibrio que da, por fin, la sazón

Y para disfrutar un buen vino, uno se deja llevar simplemente, cierra los ojos, intentas meter la nariz en el vaso y, al tiempo de paladearlo, si no huele bien… tampoco tendrá buen sabor. Por eso hay que hacerle caso al olfato, sentido que no nos engaña pues está muy cercano a las emociones y a los recuerdos muchas veces conectados a la infancia.

Y hay que degustarlo lentamente, al tiempo que ese burbujeo mínimo penetra en nuestra cavidad bucal y juega con nuestra boca, nuestra lengua y nuestros cachetes. Así nuestra percepción crecerá de inmediato.

Si, en aquella casa de buenas vibraciones y en aquella bodega discreta y silenciosa, la gran catadora de vinos, en época ancestral, fue una mujer. Una mujer que, sin pertenecer a ningún club de vinos afamados, sabía acercarse al paladeo, disfrute y gusto de un buen caldo, percibiendo, de manera autodidacta y a través del manto de su profunda sensibilidad, la sensación y el aroma de aquellos vinos artesanales con cierto rasgo y rango de malvasía propios de   aquellos pagos.

Nunca hubo arrogancia en su saber espontáneo, solo  la simple emoción del poder que da generalmente lo natural, lo sencillo y el buen gusto. En este caso tan paralelo  a su olfato y a sus papilas gustativas.

 
 
                                                        Foto Tanci
 




 

 

 

domingo, 22 de noviembre de 2015

Melodía y armonía.



Mozart. Concierto para clarinete. Adagio in A Major K 622




En mi tierra no hay elefantes, ni ñus, ni ríos serpenteantes, ni prados grandes, ni tampoco cafetales...
Hay calor de hogar, nítidas aguas, lumbre, huertas y montañas. Otras nubes, otros cielos, otras aves, otros misterios que cruzan el firmamento.
De vez en cuando alguna cascada desatada y volcanes que se alojan en el interior de tu alma.
Excelentes puestas de sol tras una amanecida rutinaria.
A vista de pájaro, la música tiene el olor a lo efímero y perfumado. El sabor de lo perenne, de lo inmanente y que la hace trascendente.
El recuerdo dulce de la ternura y del amor ...de la música en cada nota, en cada composición. Disfrutemos el día de hoy.




                                                                                    Foto tomada de un muro en la Isla de La Palma