Foto Tanci
No vuelvo a mirarle a la cara, me dije. Por dos veces había intentado quedarse en mi compañía, suplicándome que la acogiera, pero no me había dado resultado, no era feliz a su lado.
Andaba yo buscando mi libertad, mi autoestima y mi serenidad y, estar con ella, hubiera supuesto no desembarazarme de sus cadenas.
Quería seguir siendo agradecido a la vida, seguir teniendo buena onda.
Cuando no usaba mi raciocinio, ella era mi peor enemiga, no permitiéndome ser yo mismo. Quería dejar de juzgarme, no reprocharme, ni ponerle asunto a hechos y actitudes del pasado sin angustiarme por el futuro. Ella podía controlar a su antojo parte de mis pensamientos. Por eso mismo me costaba, sobre todo, manejar mis acciones y mantenerlas a raya. Sobre todo cuando me servía como plato diario, entrar en barrena, como si ese alimento fuera a nutrirme, llenando mi existencia…
Marcarme buenos hábitos y metas realizables fue mi estrategia. Dejar de reprocharme actitudes del pasado y tener como certeza una sola cosa: el presente.
Con esta estupenda dosis de serotonina, la que quería permanecer a mi lado de compañera, fue desapareciendo.
Aunque la oiga, internamente y de vez en cuando, tocar a mi puerta…